El 26 de noviembre del 2016, 27 nepalíes fueron llevados a trabajar a una frutícola de Buin dedicada a la uva de mesa. En el lugar ya había temporeros de distintos países: 8 nepalíes, 20 indios, 25 haitianos, 7 chilenos, mapuche, según el capataz. El empresario aseguraba refiriéndose a sus trabajadores que “antes sus vidas eran realmente miserables, pero ahora vienen (sic) felices” aunque los nepalíes se sentían defraudados y estafados en relación a lo que se les prometió en su país de origen. Socio de la exportadora GESEX que agrupa a nueve agrícolas, con oficinas en Estados Unidos, China y Europa, este empresario consiguió traer trabajadores de Asia por la intermediación de una empresa chilena que ya traía también “buenas nanas” a Chile de Filipinas y Nepal.
En la madrugada del 9 de julio 2018 un fundo cercano a Chañaral Alto fue tomado por más de 300 temporeros haitianos a causa del no pago de los salarios adeudados por la contratista y otros abusos y vulneración de derechos. Los primeros que llegaron al lugar fueron Carabineros junto a la PDI para fiscalizar papeles de los extranjeros (¡algo increíble!), luego el administrador municipal que medió en el conflicto, el Seremi del Trabajo, el Gobernador… El representante de la comunidad haitiana de Coquimbo acudió al lugar haciéndose eco de las demandas de los temporeros impagos. El alcalde de Monte Patria reclamaba al gobierno la necesidad de hacerse cargo de la nueva realidad laboral del país, de los trabajadores “de otras razas y de otros países” (sic) que cubrían los requerimientos de mano de obra y del deber de hacer respetar sus derechos tal como debía hacerse con los trabajadores chilenos (TV LIMARI).
Cerca de medio millón de temporeros, hombres y mujeres, chilenos, indígenas e inmigrantes extranjeros, más una minoría de trabajadores con empleo todo el año, sostienen el modelo agroexportador chileno.
Chile es uno de los primeros productores de fruta del hemisferio sur. La agricultura y agroindustria se sostienen en la existencia de tierra, agua y clima y, por sobre todo fuerza de trabajo no calificada y barata. La fruticultura es intensiva en mano de obra. La uva de mesa, las cerezas y los arándanos figuran entre las frutas de mayor expansión y demanda y entre las más demandantes de mano de obra. Se recluta a los trabajadores por empleo directo, sistema de enganche y por la subcontratación a cargo de contratistas y empresas de subcontratación.
Mes a mes, estación tras estación, una serie de faenas en potreros y packing preceden los embarques de frutas a otros países: poda, desbrote, raleo, cepillado, limpieza, embalaje, etc. Los contratos de trabajo, no siempre los hay, se fragmentan según cada una de estas labores, así los temporeros/as trabajan sumando contratos a lo largo de las temporadas.
Cambios en la fuerza laboral
La producción intensiva y globalizada, trajo consigo el uso de nuevas tecnologías desde el riego hasta el tratamiento de la planta y frutos con productos químicos. La frontera agrícola se expandió, el uso del suelo para productos de exportación ganó terreno en desmedro de los cultivos para el mercado interno mientras las cuencas y cursos de agua superficiales y subterráneos fueron evidenciando el agotamiento de los recursos hídricos lo que hoy pone en jaque el modelo agroexportador.
En cincuenta años se ha producido un profundo cambio en la naturaleza y composición de la fuerza de trabajo agrícola. La nueva cuestión agraria desde los años 70 del siglo pasado se caracteriza por la sustitución del inquilinaje y peonaje rural por los temporeros. En la zona central ellos y ellas viven en “colectivos” mientras en el norte, recordando a los mineros, lo hacen en “campamentos”.
Estas transformaciones laborales coexisten con cambios demográficos generados por las modificaciones en la matriz productiva. Mientras la industrialización sustitutiva vio crecer las grandes ciudades por la migración campo-ciudad, la matriz agroexportadora produjo el crecimiento de las ciudades intermedias en los territorios agrarios. Las metrópolis abrieron paso a las agropolis (1).
Cuando comenzaron las exportaciones de frutas se incorporaron las mujeres (2) del campo y periferias de las ciudades como temporeras, campesinos e indígenas y luego los inmigrantes extranjeros (3).
Comparadas las condiciones de trabajo y los niveles salariales entre fruticultura, salmonicultura y minería del cobre se encontró que los temporeros/as de la agricultura y agroindustria eran los que tenían mayor discontinuidad laboral, peores condiciones de trabajo y salarios más bajos (4). Otro estudio reveló que las plantaciones de uva de mesa en el valle de Copiapó se caracterizaban por la feminización del mercado laboral regional, por la incorporación de migrantes indígenas -aymara y mapuche- y de inmigrantes de los países andinos (peruanos, bolivianos, colombianos y ecuatorianos) (5).
Los desplazamientos de los migrantes de ambos sexos, extranjeros y nacionales, hombres y mujeres, una vez finalizada la temporada en el norte se trasladaban hacia el sur recorriendo otros valles para las labores de cosecha y embalaje mientras miembros de comunidades mapuche migraban cada año a (…)
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