Desde la firma del acuerdo transversal por una nueva Constitución, resulta bastante claro que, dentro de los próximos años, tomará forma ante nosotros una nueva dinámica de las instituciones republicanas. Su alcance es aún desconocido. La lógica nos dice que el día después de la aprobación de una nueva Constitución no despertaremos en un país nuevo, sino que más bien, muchas de nuestras estructuras y lógicas podrían mantenerse, aunque remozadas, esperemos, por un proceso de reflexión crítica que ya se inició entre la ciudadanía y muy lejanas a las escenas más oscuras de los últimos meses.
En el área de Salud, esta puede ser la oportunidad que esperamos. Si los líderes académicos y sociales no bajan la guardia, este punto puede ser de inflexión para la salud física y mental del país, llevando esta temática al primer plano. Chile siempre ha cuidado con pinzas su macroeconomía y sus relaciones internacionales. Por esto, para estos ámbitos se ha contado con la estable figura del Banco Central y de una política internacional que trasciende a los signos políticos del gobierno de turno o las variables preferencias de la mayoría parlamentaria. El ejemplo del ente regulador económico tiene mucho de lo que podemos aprender. Aunque hay en su interior naturales sensibilidades políticas que pueden ser divergentes, se ha buscado proveer a su institucionalidad de carreras intachables y conocimientos técnicos suficientemente respaldados por másteres y doctorados. Adicionalmente, se les da a sus integrantes la tranquilidad de poder pensar con independencia y operar a largos plazos que exceden el ciclo político.
A muchos nos asiste hoy la convicción de que tener un país con ciudadanos sanos es tan relevante como uno ordenado económicamente y con una buena imagen internacional. Combatir la inflación y el desprestigio nos parecen hoy tan importantes como pelear contra la obesidad, el sedentarismo, el cáncer y las inequidades en salud.
No es nuevo señalar que la convergencia actual de eventos políticos y sociales puede ser una oportunidad para dotar al país de una institucionalidad que mire al largo plazo en salud, donde desfilen, piensen y tomen decisiones los más destacados intelectuales sanitarios del país, independiente de sus colores partidarios. Esta oportunidad, puede amparar las medidas que sólo tienen sentido cuando se toman de manera reflexiva y mirando a un amplio horizonte. De esta manera, las vacunas, las actividades de promoción de la vida saludable, el financiamiento de la atención primaria y muchas otras políticas públicas no se verán amenazadas por criterios que (…)
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