Toda la verdad y toda la justicia

Hace unos años, la mesa de coordinación del espacio de memorias Londres 38 se abocó a diseñar una campaña que permitiera -después de 40 años- recoger más información sobre los crímenes de la dictadura cívico militar, particularmente sobre el destino final de las personas detenidas desaparecidas, que en Chile suman más de 1.200, además de otras casi dos mil ejecutadas. El diseño incluyó una querella criminal sobre el destino final de quienes habían desaparecido desde las cárceles secretas de la represión, aspecto que no había sido investigado por los tribunales que llevaban las causas pese a que había indicios suficientes para hacerlo.

En ese contexto, la organización de derechos humanos sintetizó su objetivo en la frase “Toda la verdad, toda la justicia” que, junto a la exigencia de ahondar en las investigaciones, daba nuevo aire y horizonte a la búsqueda de la verdad y conseguir más justicia según la demanda de los familiares de las víctimas y parte importante de la sociedad que rechazan las operaciones de impunidad y negacionismo.

La falta de verdad y justicia sobre los crímenes de lesa humanidad fueron consolidando la impunidad durante los años de transición, cuando las elites políticas abandonaron esa demanda democrática y permitieron que nuevos crímenes -ahora cometidos en democracia- permanecieran por años ocultos, sin verdad y sin justicia. Tales eran los casos de los desaparecidos en democracia, Hugo Arispe en Arica, José Huenante en Puerto Montt, y José Vergara en Alto Hospicio; a los que sumaban cada año nuevos casos de torturas cometidos por agentes del Estado, en cárceles, cuarteles policiales, regimientos, e incluso en residencias de Sename.

La represión a la rebelión popular de octubre ha dejado una estela de muerte y nuevas vulneraciones a los derechos humanos. Cumplido un mes de la crisis política y social que ha remecido los cimientos del modelo neoliberal, el balance de atropellos era alarmante: 25 personas muertas, cinco de ellas por (...)