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Los autócratas protegidos por la Unión Europea

En Serbia, el inamovible poder de Aleksandar Vucic

Formado en la escuela de los halcones nacionalistas, Aleksandar Vucic gobierna con mano de hierro. Pese a su autoritarismo y al descontento popular, Serbia aparece como el mejor alumno en el proceso de integración europeo al ser percibido como un actor clave de la estabilidad regional y para frenar el avance de inmigrantes a través de los Balcanes.

Cada sábado, desde el comienzo del mes de diciembre de 2018, miles de serbios salen a las calles para denunciar la “dictadura” del presidente Aleksandar Vucic, el control sofocante que su régimen ejerce sobre la justicia o los medios de comunicación. Esta ola de protestas comenzó tras el ataque a Borislav Stefanovic, jefe del pequeño movimiento Izquierda Serbia (PLS), brutalmente golpeado por desconocidos cuando se disponía a hablar en público en Krusevac, el 23 de noviembre de 2018. Iniciada en Belgrado, la movilización se extendió rápidamente a numerosas ciudades del país, amplificada por grupos locales que denunciaban la confiscación de todos los mecanismos de poder por parte de los dirigentes del Partido Progresista Serbio (SNS). En efecto, desde las elecciones de 2012, la agrupación de Vucic no dejó de incrementar su influencia en la sociedad y las instituciones. Dispone de la mayoría absoluta en el Parlamento Nacional y en la Asamblea de la provincia autónoma de Voivodina. A nivel municipal, y a través del juego de alianzas, sólo una de las 168 comunas de Serbia, la ciudad de Sabac, aún escapa a su control total o parcial.

Control hegemónico
El 9 de diciembre de 2018, luego del segundo sábado de manifestaciones, el jefe de Estado mostró sus cartas: no cambiaría de política “aun cuando cinco millones de personas” salieran a las calles -en un país de 7 millones de habitantes-. A falta de perspectivas, el movimiento no tardó en debilitarse, y en los últimos meses sólo ha reunido a un núcleo duro de convencidos. Vucic sacó provecho de la división de los partidos de oposición y del poco crédito del que gozan en la opinión pública. Su ejercicio del poder, en los años 2000, se caracterizó por numerosos casos de corrupción, pero también por el impacto de la crisis de 2008 y de las medidas de ajuste impuestas a Serbia, especialmente por el Fondo Monetario Internacional (FMI). El presidente serbio sabe finalmente que puede contar con el apoyo de sus “aliados” que, de la Federación de Rusia a Estados Unidos, no les dan ninguna importancia a los movimientos de protesta.

Los partidos de oposición debieron comprometerse colectivamente a boicotear las elecciones legislativas de la primavera de 2020 para que la Unión Europea intentara una prudente mediación, en octubre de 2019. Pero, al parecer, la misión encabezada por el eurodiputado democristiano alemán David McAllister apuntaba menos a recordarle al régimen de Vucic algunos principios básicos del Estado de derecho que a intentar convencer a la oposición de participar de una elección que casi seguro perdería: el poder mantiene un control hegemónico sobre los medios de comunicación públicos, la prensa sensacionalista y los canales de televisión privados -que pertenecen todos a oligarcas cercanos al régimen-, así como sobre las listas electorales (1). Ahora bien, las elecciones sin oposición darían una imagen poco favorecedora de Serbia, considerada un buen alumno en el proceso de integración europea. El país inició sus negociaciones de adhesión en 2013 y podría figurar entre los próximos ingresantes a la Unión, siempre que el proceso de ampliación no se suspenda indefinidamente.

Trayectoria de extrema derecha
Durante su visita oficial, en julio de 2019 -la primera de un presidente francés desde la efectuada por Jacques Chirac en 2001-, Emmanuel Macron no expresó públicamente crítica alguna hacia su anfitrión. Esta extraña indulgencia respecto del nuevo jefe de Belgrado no deja de sorprender dada su biografía. Nacido en 1971, Vucic se formó en las filas del Partido Radical Serbio (SRS) de Vojislav Seselj, el jefe de la extrema derecha nacionalista, al que se sumó en 1993. Se destaca por expresiones como ésta, lanzada desde las gradas del Parlamento de Belgrado el 20 de julio de 1995, días después de la masacre de miles de bosnios en Srebrenica: “Por cada serbio asesinado, hay que matar a cien musulmanes”. Hoy alega que se trató de un “error de juventud” (2). Este joven dirigente de la extrema derecha ocupó la cartera de Información en el gobierno de unión nacional formado en 1998, a instancias del presidente Slobodan Milosevic, cuando estallaron los primeros combates en Kosovo.

Tras la caída de Milosevic, el 5 de octubre de 2000, el SRS se convirtió en la principal fuerza de oposición a los nuevos dirigentes “demócratas” de Serbia. Cuando Seselj fue encarcelado por (...)

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Jean-Arnault Dérens y Laurent Geslin

Periodistas del sitio Le Courrier des Balkans. Autores de Là où se mêlent les eaux. Des Balkans au Caucase dans l’Europe des confins, La Découverte, París, 2018.

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