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Las falencias detrás de la aparente resistencia al Covid-19

El sistema de salud ruso a prueba

La experiencia de Rusia en la lucha contra las enfermedades infecciosas y sus capacidades hospitalarias permitieron demorar la propagación del Covid-19. Sin embargo, esas ventajas disimulan profundos desequilibrios en el sistema de salud ruso. La epidemia, que viene acelerándose desde principios de mayo, podría tener un costo muy alto para la población.

La encantadora alameda del Bulevar Rozhdestvensky está casi desierta. Detrás de las barreras que impiden el paso, una empleada de la ciudad de Moscú, con una bolsa de basura y una pinza en la mano, recoge algunos residuos del suelo. A pocos metros, su colega descansa sentado en un banco. Este año, los empleados municipales encargados del mantenimiento – reconocibles por su uniforme naranja flúor– son los únicos en poder apreciar los tulipanes en flor que anuncian la llegada de los días lindos.

Generalmente muy animada en primavera, la capital rusa está como adormecida en este mes de abril de 2020. Comercios, restaurantes y cafés están cerrados, al igual que los espacios públicos y los parques, clausurados con candado… Si bien se ven algunos transeúntes que salen a hacer compras o a pasear el perro, hay una tranquilidad sorprendente en esta megalópolis de 12 millones de habitantes, que se encuentra confinada desde el 30 de marzo. Lo más extraño es la ausencia de niños y de ancianos en las calles. Ellos tienen las salidas prohibidas, excepto para ir a la dacha (1).

Refuerzan protocolos
Al haber tomado muy pronto varias medidas de protección ante la amenaza del coronavirus –cierre de la frontera terrestre con China desde el 30 de enero, y poco después, prohibición de ingreso de ciudadanos chinos al territorio ruso, cuarentena obligatoria para las personas que regresaban de países de riesgo, control diario de la temperatura a los alumnos en las escuelas moscovitas, desinfección de los transportes públicos…–, Rusia logró retrasar algunas semanas la llegada del virus.

Sin embargo, la epidemia comenzó a propagarse por todo el territorio. A principios de mayo, incluso se aceleró, con cerca de 31.000 contagios durante el fin de semana largo del 1° de mayo. El día anterior, el primer ministro Mijáil Mishustin anunciaba su internación por causa del Covid-19, antes de que el ministro de Obras Públicas y su adjunto declararan, a su vez, estar afectados por la enfermedad.

El 4 de mayo, el país contabilizaba más de 145.000 personas infectadas y 1.356 fallecimientos. Unas cifras muy por debajo del balance de Italia, España o Estados Unidos, quienes arrojaron sospechas sobre las estadísticas rusas. Sin embargo, con un índice de falsos negativos de entre el 20 y 30%, los tests rusos no parecen menos confiables que los que se están practicando en el resto del mundo. Por otra parte, a principios de abril, el Ministerio de Salud modificó los protocolos de detección para afinar la puntería. Desde entonces, se da un seguimiento preventivo a cualquier persona que presente síntomas de neumonía y se la contabiliza como paciente infectado de Covid-19, mismo en caso de que el test de infección por coronavirus dé negativo. A los médicos se les recomienda que completen su diagnóstico con un escáner o radiografía de los pulmones. Ahora bien, si se confirmara un brote de la epidemia, ¿las infraestructuras médicas rusas podrían hacer frente a la afluencia de pacientes enfermos? La experiencia de Rusia en materia de lucha contra enfermedades infecciosas podría explicar la reacción temprana de las autoridades.

Los desequilibrios del sistema
Todo comenzó en 1918 con la creación del Narkomzdrav, Comisariado del Pueblo de Salud Pública. Bajo la dirección de Nikolai Semachko, médico de formación, el Narkomzdrav desarrolló un sistema de salud unificado a escala nacional –el primero en el mundo–. Gratuito y universal, el llamado sistema Semachko (2) reposaba en una organización de atención médica por niveles, según la gravedad de las enfemerdades.

Como primer eslabón del sistema, la policlínica de distrito ofrecía atención ambulatoria para las enfermedades corrientes y se encargaba de la coordinación con el resto de las instituciones del sector. Funcionaban como una suerte de dispensario en donde atendían médicos clínicos y especialistas (otorrinos, urólogos, dentistas). “La organización del sistema de salud según el principio de distritos permite que el personal médico conozca mejor las condiciones de trabajo y de vida de (…) sus pacientes (…). De esta manera, el médico del distrito se convierte en el médico ‘local’, un amigo de la familia”, escribía Semachko (3), precursor de la medicina general, adoptada hoy en día en numerosos países como base de sus respectivos sistemas de salud.

Se prestaba especial atención a la prevención de enfermedades infecciosas. En 1922, se creó el SANEPID, un organismo de control (...)

Artículo completo: 2 463 palabras.

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Estelle Levresse

Periodista, Moscú.

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