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Tres hipótesis geopolíticas de salida de la crisis

Recomposición planetaria

La brutal desaceleración de la economía mundial a causa de la pandemia del Covid-19 obliga a las grandes potencias a repensar sus estrategias industriales y comerciales. Muchos países, entre ellos Estados Unidos, concentrarán sus esfuerzos en depender menos de China. Las reconfiguraciones que se anuncian no estarán exentas de tensiones geopolíticas, y las que enfrentan a Washington y Pekín no son las menores.

“Una crisis insistente es una prueba, los fuertes la atraviesan, los débiles sucumben. El centro no se rompe con cada golpe. Al contrario… Hoy en día, vivimos desde hace algunos años una crisis mundial que se anuncia fuerte y duradera. Si Nueva York sucumbiese a la prueba -lo que no creo en absoluto-, el mundo debería encontrar o inventar un nuevo centro; si Estados Unidos resiste […] puede salir más fuerte de la prueba, porque las otras economías corren el riesgo de sufrir más que Estados Unidos la coyuntura hostil que atravesamos”.

Esto es lo que escribía el historiador Fernand Braudel en 1977 (1), en una reflexión acerca de los movimientos lentos de descentramiento y recentramiento en la economía-mundo europea desde el siglo XIV y, luego, en la economía capitalista mundial en los siglos XIX y XX. Unos y otros provocados por “crisis prolongadas de la economía general”. Desde entonces, su juicio no ha sido desmentido. Durante la crisis mundial de 2008, el centro tampoco se rompió, aunque la autoridad internacional de Estados Unidos, ya mermada por las guerras de los años 2000, salió debilitada.

¿Habrá que creer que esta vez Estados Unidos se agotará debido a la pandemia del Covid-19, y que China, con su Estado desarrollista fuerte, sabrá sacar provecho de una crisis inédita? Es lo que afirman algunos analistas frente a los inmensos daños ocasionados en Estados Unidos por una administración y un sistema económico y social deficientes. La crisis podría acelerar el reequilibrio Este-Oeste, fenómeno estructural, pero la capacidades y vulnerabilidades respectivas de Estados Unidos y de China no anticipan un cambio. Podríamos asistir más bien a una reestructuración del sistema capitalista globalizado debida a una segmentación más pronunciada y una acentuación de las rivalidades.

Shock de la oferta y la demanda
La pandemia provoca un shock económico y social sistémico tanto más agudo cuanto que está comprimido en el tiempo. La transmisión global del doble shock de la oferta y la demanda fue abrupta e intensa por el hecho de la desarticulación de las cadenas de producción que estructuran la economía capitalista desde finales de los años 1980 y, luego, por la caída universal de la demanda como consecuencia de la contracción de las economías que quedaron ampliamente detenidas (más de cuatro mil millones de personas fueron confinadas, de una forma u otra). La depresión mundial que viene promete ser larga y profunda.

El muy elevado grado de interdependencia de las economías explica el carácter general del shock. Las cadenas de producción y de valor globales producen una segmentación transnacional de los diferentes estadios de producción -investigación y desarrollo, diseño, extracción de las materias primas, producción de los componentes, ensamblado, comercialización- en nudos industriales y geográficos especializados en función de sus ventajas comparativas. Apple, caso paradigmático, se abastece en base a doscientos principales subcontratistas, en su gran mayoría de origen asiático -China (39%), Taiwán y el Sudeste Asiático (23%), Japón (16%)- situados en veinticuatro países. Los subcontratistas se abastecen por su parte en el mercado mundial (materias primas y componentes). Este esquema vale, con algunas variantes, para todas las empresas de los distintos sectores: electrónica, eléctrico, automotriz y vestimenta. Nike, por ejemplo, moviliza fábricas de subcontratistas en cuarenta países, se abastece de materias primas en otros once, en todos los continentes pero con una fuerte concentración en China, en Vietnam e Indonesia. Algunas cadenas transcontinentales estructuran también el mercado mundial de los productos farmacéuticos. Incluso sectores estratégicos como la aeronáutica, con sistemas de producción menos geográficamente dispersos en otras épocas, se volvieron bastante segmentados. Airbus recurre a una multitud de subcontratistas y posee fábricas de ensamblaje en China (Tianjin) y Estados Unidos (Mobile, Alabama). El mismo fenómeno se reproduce en Boeing, que no ha dejado de aumentar su tendencia a la subcontratación: a mediados de los años 1960, el 727 se fabricaba casi en su totalidad en territorio estadounidense; cincuenta años más tarde, el 70% del trabajo de creación y fabricación del 787 quedaba en manos de socios externos.

China se encuentra en el centro de las cadenas regionales y globales. Plataforma en los años 1990 para el ensamblaje de productos de las empresas extranjeras destinadas al mercado mundial, se convirtió, desde fines de los años 2000, en “el centro de abastecimiento mundial de los productos de valor agregado”, vinculado “con los otros grandes polos [económicos] regionales”, explica la Organización Mundial del Comercio (OMC) (2). Así, el cierre repentino de las usinas que fabricaban componentes intermedios y ensamblaban los productos (...)

Artículo completo: 2 636 palabras.

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Philip S. Golub

Profesor de la Universidad Americana de París.

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