Contrariamente a los deseos del presidente francés, la deuda de los países africanos no será anulada, y la suspensión provisoria otorgada no resolverá los problemas agravados por la pandemia del Covid-19. Es hora de considerar el rechazo de los pagos.
El 13 de abril de 2020, Emmanuel Macron llamaba la atención del mundo entero reclamando “una anulación masiva” de la deuda africana para apoyar al continente frente a la pandemia de Covid-19. Entre 2010 y 2018, la deuda se duplicó alcanzando los 195.000 millones de dólares. Horas más tarde, el G20 desautorizaba al presidente francés decretando apenas una suspensión de pago para los países más pobres.
La propuesta francesa resulta engañosa. París posee créditos por 14.000 millones de euros en 41 países africanos, es decir, menos del 3% de la deuda externa pública bilateral del continente (1), allí donde China posee no menos del 20%, según estimaciones (2). Aun cuando el Estado francés anulara totalmente sus créditos, lo que desde luego es deseable, eso sólo tendría un efecto muy marginal en el endeudamiento del continente africano. Es toda la arquitectura del pago de deudas lo que debe revisarse.
Francia forma parte de las potencias que impulsaron la creación de las instituciones de Bretton Woods, en 1944: el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, ambos centrales en el pago de las deudas soberanas. También fue impulsora de la creación del Club de París, en 1956, que reúne actualmente a veintidós Estados acreedores, y que tiene su sede en el Ministerio de Finanzas, en la rue de Bercy, en París. En sesenta y cuatro años de vida, el Club de París intervino en 434 operaciones de reestructuraciones de deudas soberanas respecto de 90 países diferentes (3). El problema es que, a pesar de su papel preponderante, no tiene ninguna legitimidad. Definiéndose a sí mismo como una no-institución, este “club” no dispone de estatuto, ni de carta, ni responde a ninguna regla de derecho. Sólo responde a sus principios, entre ellos, el “principio de solidaridad” (4). En suma, ningún país miembro del Club de París puede llevar a cabo unilateralmente la reducción de deuda de un país. Actuando de común acuerdo con el FMI, miembro muy influyente del Club, este cartel de acreedores tomó decisiones parciales sobre la imposición de medidas neoliberales, desde los planes de ajuste estructural de los años 1980 hasta la actualidad (5).
Otrora mayoritario, el Club de París se muestra actualmente como un acreedor más. En 2007, poseía el 50% de la deuda bilateral de los países de bajos ingresos. En 2018, ese porcentaje superaba apenas el 10%. Mientras tanto, China incrementaba el suyo de aproximadamente el 2% a más del 25% (6). A pesar de las incesantes invitaciones de sus miembros, este falso aliado de los países del Sur aún no es miembro del Club. Así, si éste deseara realmente organizar la “anulación” de las deudas africanas, ya no dispondría de (…)
Texto completo en la edición impresa del mes de julio 2020
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