La reciente ola de violencia en el Alto Karabaj llevó nuevamente la atención a la situación en el Cáucaso. Sin embargo, el conflicto entre Armenia y Azerbaiyán no es nuevo. La pulseada etno-política en torno a este pequeño territorio del Cáucaso Sur, con una superficie de 4.400 kilómetros cuadrados, fue una de las primeras del espacio postsoviético. En poco más de tres décadas, el enfrentamiento entre comunidades y repúblicas de un mismo Estado, la URSS, se convirtió en un conflicto internacional con perspectivas de resolución inciertas.
La primera fase de este conflicto (1988-1991) puede describirse como un litigio interno entre dos repúblicas federadas. En esa época, la reivindicación principal de Armenia era el miatsum (“la unificación”): la anexión del óblast autónomo del Alto Karabaj (NKAO), que en ese entonces integraba el Azerbaiyán soviético, a la República Socialista Soviética de Armenia. La repúbica de Azerbaiyán, por su parte, priorizaba la preservación de su integridad territorial. Las autoridades soviéticas dudaban acerca del partido a tomar: ¿perpetuación del statu quo (favorable a Bakú) o afirmación del derecho a la autodeterminación (favorable a Ereván)? Esas vacilaciones favorecieron una escalada de violencia: pogromos antiarmenios en Sumgait (Azerbaiyán) en 1988, luego represalias en Bakú, en 1990; desplazamientos forzados de poblaciones... Las posiciones se radicalizaron.
Enfrentamiento armado
En una segunda fase (1991-1994), el diferendo devino en enfrentamiento armado abierto, primero entre Bakú y los armenios del Karabaj (que Azerbaiyán calificaba de “separatistas”), y luego, con la intervención del ejército regular armenio, en 1993, entre Estados. Un acuerdo de cese el fuego irrestricto entró en vigencia en mayo de 1994. El conflicto ingresó entonces en una tercera fase, que puede calificarse de político-diplomática, durante la cual prevaleció la búsqueda de una solución pacífica. En diciembre de 1994, el grupo de Minsk, creado con ese objetivo dentro de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), se dotó de una triple co-presidencia: París, Washington y Moscú, quienes desde entonces desempeñan el papel de garantes del proceso de paz.
Esta tercera fase terminó en abril de 2016, con la “guerra de los cuatro días”. Por primera vez desde el cese el fuego de 1994, el statu quo se resquebrajó. El entonces presidente armenio, Serge Sarkissian, reconoció la pérdida de 800 hectáreas –un revés acotado que, no obstante, anunciaba la política de reconquista por la fuerza que se observa hoy en día (1)–. No obstante, el marco de negociación permaneció sin cambios: más allá de los intercambios de información sobre los incidentes militares, Bakú y Ereván siguieron negándose a un acuerdo más vasto.
El conflicto del Alto Karabaj forma parte de la familia más amplia de los conflictos llamados “congelados” del espacio postsoviético. En 1991, la URSS se derrumbó tras la proclamación de independencia de cada una de sus repúblicas federadas. Algunas regiones pertenecientes a esos nuevos Estados reclamaron entonces el mismo derecho a la autodeterminación, o la anexión a alguna otra república. Ese tipo de desafíos surgieron con el Alto Karabaj en Azerbaiyán, pero también en Georgia con Osetia del Sur y Abjasia o en Moldavia con Transnistria. Pese a ser más tardía, la declaración de independencia, en 2014, de las dos repúblicas autoproclamadas del Donbás (Lugansk y Donetsk) puede vincularse a este mismo proceso de fragmentación que siguió a la dislocación de la URSS.
Pero la cuestión karabají presenta características específicas. En efecto, los “separatistas” tomaron allí el control de la mayor parte del territorio correspondiente a las antiguas fronteras soviéticas, pero también de los distritos adyacentes (en total, siete: cinco por completo y dos parcialmente). Esos territorios, montañosos y poco poblados, revisten una importancia estratégica crucial. El corredor de Lachín une al Alto Karabaj con Armenia; el distrito de Kelbajar, en el norte, contiene fuentes de agua que abastecen al Alto Karabaj. De modo que antes del aumento de la tensión de este otoño, las fuerzas armadas armenias controlaban alrededor del 13,4% del territorio de Azerbaiyán, según lo reconoce (…)
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