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Una consecuencia de la guerra fría entre las petromonarquías e Irán

Idilio entre los países del Golfo e Israel

Rompiendo con la política de aislamiento y boicot de Israel que prevalecía en la región desde hace más de cincuenta años, los Emiratos Árabes Unidos y Bahrein firmaron el 15 de septiembre un acuerdo de reconocimiento mutuo con Tel Aviv. Mientras Arabia Saudita duda en dar oficialmente el paso, otros países árabes son alentados por Estados Unidos a emprender también el camino de la normalización.

El 23 de octubre, al término de varios meses de conversaciones y de mediación de Estados Unidos, Israel y Sudán convinieron establecer relaciones diplomáticas (1). Este pacto llegó luego de aquellos sellados entreTel Aviv y dos monarquías del Golfo: Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Bahrein, con la firma de los acuerdos Abraham, el 15 de septiembre. En unas semanas, tres miembros de la Liga de Estados Árabes, se unieron a Egipto (1978) y Jordania (1994) al quebrar el tabú del “tabti’”, es decir, la normalización de relaciones con Israel, y abandonaron la “muqata’a”, es decir, su boicot. El acercamiento entre Tel Aviv y Jartum es un símbolo aun más fuerte porque en la capital sudanesa se conformó, el 1º de setiembre de 1967, un “frente de rechazo” de nueve países (2) que llamó a proseguir la lucha contra Israel, para recuperar los territorios perdidos durante la Guerra de los Seis Días (5 al 10 de junio de 1967). Se proclamaron en ese momento los “tres ‘no’” que dieron forma a las relaciones árabe-israelíes hasta finales de los años 70: “no” a la paz con Israel, “no” a su reconocimiento y “no” a eventuales negociaciones.

La triple normalización de estas últimas semanas pone punto final a la iniciativa de paz árabe aprobada en la cumbre de la Liga Árabe de Beirut, en marzo de 2002. Esta preveía la instauración de “relaciones normales” con Israel, a cambio de un retiro total de los territorios ocupados desde 1967 y de una solución equitativa al problema de los refugiados palestinos. Oficialmente, la posición de la Liga sigue definida por el “plan Abdallah”, que toma su nombre del difunto monarca saudí que dio origen a la propuesta. Pero la relación de fuerzas dentro de esa instancia favorece ahora a los partidarios de la normalización, entre ellos, los EAU, Bahrein, Egipto y sobre todo, aunque todavía no lo reconozca oficialmente, Arabia Saudita. Para Riad, como para Abu Dabi y Manama, Tel Aviv es un aliado lógico y seguro en la guerra fría que las opone a Teherán. Estas monarquías consideran que Washington ya no es el protector confiable de antaño, aquel que, por ejemplo, organizó la respuesta a la invasión de Kuwait por el ejército iraquí, en junio de 1990.

Pago por protección
En su momento, Barack Obama causó consternación, por no decir pánico, en el Golfo, cuando decidió firmar, el 14 de julio de 2015, un acuerdo sobre el armamento nuclear iraní, que levantaba las sanciones infligidas a Teherán. Cierto es que su sucesor, Donald Trump, las restableció luego de ordenar el retiro de Estados Unidos del acuerdo de Viena, el 8 de mayo de 2018. Pero su propensión a exigir que las monarquías paguen “cash” por su protección y a reiterar que Estados Unidos no debería participar más en “guerras sin fin” convenció a los dirigentes del Golfo de que su región ya no era tan estratégica para Estados Unidos. Por lo tanto, la normalización de relaciones con Israel es vista como un asunto de supervivencia frente a la amenaza de Irán, o incluso a la de un Irak que se rearma. Y se incita al resto del mundo árabe que acompañe el cambio de rumbo.

El 9 de septiembre, bajo la presión de Arabia Saudita y los EAU, pero también de Egipto, una propuesta de resolución de la Liga Árabe que condenaba la normalización de relaciones con Israel fue enterrada durante una reunión ordinaria de los ministros de Relaciones Exteriores, para disgusto de los palestinos −autores de la propuesta−, que decidieron en consecuencia renunciar a presidir la Liga (véase “Amargura palestina”). “Los países del Golfo dictan la ley en la Liga Árabe. Ellos tienen el dinero, mientras que en otras zonas hay crisis económica o guerras civiles. Para complacer a los saudíes y a los emiratíes y obtener ayudas financieras, basta con no hablar más de los palestinos”, admite un diplomático magrebí que suele participar en las cumbres de esa instancia, donde hace veinte años todavía la línea de (...)

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Akram Belkaïd

De la redacción de Le Monde Diplomatique, París.

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