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Los insulares, las minorías religiosas y los migrantes, juguetes de una rivalidad secular

En la frontera greco-turca, epicentro de las tensiones

Los europeos temen la política cada vez más expansionista de Turquía, que reaviva en Grecia el recuerdo de los conflictos del pasado. Línea de ruptura, pero también de intercambios entre Oriente y Occidente, la frontera greco-turca ya no respira desde la crisis sanitaria. De Kastellorizo a Tracia pasando por Lesbos, ambos países tienen sin embargo muchas cosas en común, en torno a esta demarcación que ha sido cambiante y rara vez estanca.

Pequeña isla en los confines orientales de Grecia, Kastellorizo casi roza Turquía. El tiempo transcurre lentamente en el único pueblo, ubicado en una profunda bahía. Estamos a fines de septiembre: unos viejos pescadores juegan a las cartas cerca de niños que intentan atraer tortugas en las aguas cristalinas. Frente a su café frío, Konstantinos Papoutsis observa, plácido, la inmensa costa turca, a poco más de dos kilómetros, y la ciudad de Kas, su único horizonte. “Somos una isla turística tranquila –asegura este hombre afable que dirige una agencia de viajes–. Se lo he repetido a los turistas todo el verano”. En las mesas cercanas, un puñado de representantes electos de esta comuna de quinientas almas retoma sus dichos con un aire bonachón: “¡No existe ningún peligro en Kastellorizo!”.

Un imponente ferry, que parece gigantesco en este pequeño puerto mediterráneo, viene a animar el paisaje. Tras haber partido de Atenas veinticuatro horas antes, maniobra con dificultad para desembarcar a sus pasajeros, entre ellos, unos cincuenta hombres con ropa de fajina y sombreros camuflados. Los soldados atraviesan la bahía a paso firme antes de alcanzar los acantilados deshabitados que la dominan. “Es un simple relevo, como los que hay todos los meses”, comenta Papoutsis, acostumbrado a esta presencia.

Según el Tratado de París de febrero de 1947 (artículo 14), y como consecuencia de la cesión por parte de Italia a Grecia del Dodecaneso, las islas que forman parte de Kastellorizo están supuestamente desmilitarizadas. En los hechos, las tropas helenas acechan allí la ribera turca desde la ocupación por parte de Ankara de la parte norte de Chipre, en 1974, precisan varios historiadores (1). Esta defensa fue reforzada tras la crisis greco-turca en torno a los islotes disputados de Imia, en 1996. La municipalidad de Kastellorizo se niega a revelar el número de hombres apostados en las alturas. Y si bien los lugareños se muestran relajados para no asustar a los visitantes –escasos en estas épocas de Covid-19–, no ignoran la sombra que acecha en su pequeño paraíso.

Kastellorizo se encuentra en primera línea frente a las amenazas del presidente turco Recep Tayyip Erdogan, que quiere rediseñar los mapas y redefinir la distribución de las aguas. Desde los años 1970, las islas del Dodecaneso son objeto de un conflicto larvado entre estos dos países miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Turquía cuestiona la soberanía griega en varias islas, islotes y peñascos a lo largo de su costa. Sobre todo, es uno de los pocos países, junto con Estados Unidos entre otros, que no firmó la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (llamada Convención de Montego Bay, que entró en vigor en 1994), y no reconoce el reclamo por parte de Grecia de una plataforma continental en torno a sus islas. Atenas justifica pues su militarización en nombre de la legítima defensa (2), en particular desde la ocupación turca de Chipre y debido a una importante presencia militar en la zona: la marina y la fuerza aérea turcas del Egeo tienen base en Izmir, en la costa occidental del Asia Menor.

Hidrocarburos en la mira
Tan cerca de Turquía, Kastellorizo se encuentra a 120 kilómetros de otra importante isla griega –Rodas– y a más de 520 kilómetros del continente griego. Mientras que la mayor parte del Mar Egeo ya está ubicada en la zona económica exclusiva (ZEE) (3) de Grecia, este lejano islote de nueve kilómetros cuadrados le permite gozar de una amplia extensión de varios cientos de kilómetros cuadrados en el Mediterráneo Oriental. Ahora bien, a falta de un acuerdo bilateral, esta ZEE no está formalmente establecida para Ankara, que reclama acceder allí libremente, sobre todo desde el descubrimiento, hace una decena de años, de un yacimiento de hidrocarburos potencialmente explotable. En varias oportunidades estos últimos meses, Turquía envió a la zona un barco de investigación sísmica bautizado Oruc Reis, por el nombre de un corsario otomano del siglo XV –apodado Barbarroja– nacido en Lesbos y devenido sultán de Argel.

Estas maniobras navales se hacen eco de la ideología de la “patria azul” (Mavi Vatan). Defendida por los nacionalistas y los islamistas, esta doctrina, concebida por el ex almirante Cem Gürdeniz, alienta a Turquía a imponer su soberanía en zonas disputadas en el Mar Negro, el Mar Egeo y el Mediterráneo. Estos últimos meses, Erdogan multiplicó los discursos marciales. El 26 de agosto, en ocasión del aniversario de la Batalla de Manzikert, en 1071, en el este de Turquía, donde los turcos selyúcidas derrotaron al ejército bizantino, advertía a Grecia que cualquier “error” conduciría a su “ruina”. Unas semanas más tarde, el 21 de octubre, durante un encuentro con los presidentes chipriota y egipcio en Nicosia, Kyriakos Mitsotakis, el primer ministro griego conservador, acusaba a Turquía de “fantasías imperialistas combinadas con acciones agresivas”.

Nacionalismo griego
Bajo presión en agosto último, Atenas pudo contar con el apoyo de la República de Chipre, Italia y Francia, con las cuales organizó maniobras conjuntas. O incluso de Egipto, con el que acaba de firmar un acuerdo de distribución de las aguas marítimas. Ya en conflicto abierto con su homólogo turco sobre Siria, Libia y el Cáucaso, el presidente francés Emmanuel Macron se puso decididamente del lado de Atenas. “Es un valioso aliado al que quisiéramos invitar a nuestra isla”, declaraba el alcalde adjunto de la Municipalidad de Kastellorizo, Stratos Amygdalos, miembro de Nueva Democracia, el partido en el poder. A mediados de septiembre de 2020, Grecia anunciaba la adquisición de dieciocho Rafale, el avión de combate de Dassault Aviation.

“Erdogan se cree Solimán el Magnífico. Pero pierde credibilidad en su país; la lira turca se derrumba. Entonces, intenta recuperar su imagen con ideas de conquistas, de sueño nacional...”, se queja por su parte Konstantinos Raftis, guía turístico en Kastellorizo. Esta comparación entre el sultán de la Sublime Puerta y el actual presidente turco vuelve con frecuencia en este país que fue parte del Imperio Otomano durante cuatro siglos (de 1430, fecha de la caída de Tesalónica, a la independencia de 1830). La resistencia helena forjó la identidad del Estado griego moderno, donde persiste una profunda suspicacia respecto de un vecino molesto, cuatro veces más rico, seis veces más grande y ocho veces más poblado. Esta desconfianza trasciende los clivajes políticos, ya que el nacionalismo irriga a todos los partidos griegos. Atenas ve actualmente en la doctrina de la “patria azul” una política expansionista neo-otomana, que se hace eco del imperialismo pasado.

Banderas azul y blanco
En la desembocadura del puerto de Kastellorizo, la silueta de una mezquita transformada en museo –raro vestigio de la presencia otomana– le hace sombra a un bar de copas. El edificio se destaca frente a las veintiséis iglesias ortodoxas. La Constitución precisa que la ortodoxia es la “religión dominante” en el país, y, hasta el 2000, la confesión figuraba en los documentos nacionales de identidad. La eliminación de esta mención, a pedido del gobierno socialista, provocó la ira de la poderosa Iglesia Ortodoxa, ya que más del 95% de los griegos se consideraba entonces de esta religión. “Durante todo el período del yugo otomano, seguíamos siendo griegos. Nuestros ancestros defendieron Kastellorizo para que mantuviera su identidad. Nosotros lucharemos también para que la conserve”, se entusiasma repentinamente Raftis.

Su isla debió resistir mucho tiempo más que el resto del país, insiste el sexagenario. Tras la partida de los otomanos, Kastellorizo, codiciada por las naciones extranjeras por su ubicación geográfica a las puertas de Oriente, fue ocupada o anexada por los franceses (1915-1921), los italianos (1921-1944), (...)

Artículo completo: 4 226 palabras.

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Élisa Perrigueur

Periodista, Atenas.

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