Piñera y su carrera por la (im)popularidad

En algunos chats en los que participan equipos de comunicaciones del gobierno celebraron que la caravana -con protección policial- que transportó las primeras cajas de vacunas contra el Covid-19 desde el aeropuerto al centro médico de Concepción haya sido recibida por personas que aplaudían apostadas en algunas calles. Pero también se lamentaban que el presidente Sebastián Piñera no estuviera ahí. A esa ciudad del sur fue asignada la ministra de Desarrollo Social, Karla Rubilar.

Una oportunidad perdida tal vez en el diseño comunicacional de La Moneda, que ha sido trabajado por sus principales asesores y que, desde el 1 de diciembre, cuando fue delineado el plan nacional de vacunación, puso la figura del mandatario como protagonista de la campaña. Escoltado por los ministros de Salud y de Ciencias, Piñera anunció esa tarde las prioridades de lo que llamó la “población crítica” que -dijo- incluiría a “los trabajadores de la salud (como efectivamente sucedió con el primer envío) a las Fuerzas Armadas y de Orden y los empleados del transporte. A estos dos últimos grupos no volvió a mencionarlos en sus posteriores y sucesivas apariciones diarias ante la prensa durante casi todo el mes.

El alto protagonismo de Piñera obedece -tal como lo apreció la población- a la oportunidad que le ofrecía la campaña para dos objetivos acariciados por el gobernante y sus equipos de prensa: remontar en las encuestas y dejar una marca, un sello, en su último año de gobierno.

El último mes del año encontró al jefe de Estado con sus peores marcas en los sondeos de opinión pública, entre un 5 por ciento (según Cadem) y un 7 por ciento (según Criteria), al punto que incluso fue consultado directamente por un periodista acerca de cómo se podía gobernar con indicadores tan bajos. Algo que, por cierto, también se preguntaban incluso muchos de sus partidarios de la alianza oficialista y en el Congreso. Subir en las encuestas se ha transformado en una tarea de primera prioridad en los (...)