El pasado mes de enero, miles de especuladores online se coordinaron para hacer subir la cotización de empresas que los grandes fondos de inversión apostaban a la baja. ¿Revolución o carnaval?
A pesar del caos que sembró en los mercados internacionales, la saga GameStop no se reduce a una historia de inversores individuales que humillaron a un puñado de arrogantes fondos de inversión. Se trató de una prolongación imprevisible del ataque al Capitolio, en Washington, el último 6 de enero. Ambos acontecimientos tuvieron como protagonistas a una horda de adictos a las redes sociales que asediaron a las instituciones más sagradas de un establishment profundamente despreciado.
Sin embargo, mientras una condena unánime cae sobre los agitadores de Washington, a los cruzados anti Wall Street les está yendo bastante mejor. Al defender las acciones de empresas agonizantes contra la codicia de los fondos de inversión, estos revolucionarios de sótano con bandana en la cabeza obtuvieron incluso la simpatía de ambos bandos políticos.
Para la contracultura digital, la principal enseñanza que dejaron estas dos revueltas parece clara: los verdaderos portavoces de la rebelión contra el orden establecido deben dominar más el arte de intercambiar y productos derivados que el de trepar paredes agitando banderas confederadas. Por mucho que la revolución sea transmitida en directo por Twitter y televisión, es preferible resguardar las hojas de cálculo de Excel.
Trading para el pueblo
La dignidad acordada a la cruzada GameStop refleja en negativo la mala reputación de los fondos de inversión. Hay otro elemento, menos evidente, que explica la recepción que tiene en la opinión pública: el discurso sobre la “democratización” que acompañó el auge de los servicios de intermediación financiera online a bajo costo. Una de estas aplicaciones, llamada Robinhood, fue la que proporcionó la infraestructura digital a la rebelión GameStop. Según el lema que sus fundadores repiten ad nauseam, su misión consiste en “democratizar las finanzas”. Esta consigna evoca la noble misión asumida por los fondos indexados, como Vanguard, a principios de los años setenta: crear instrumentos financieros simples, seguros y poco onerosos para que el ciudadano común pueda invertir en la Bolsa. Robinhood busca no obstante diferenciarse de las banales empresas de intermediación de Wall Street. Se concibe como una fuerza revolucionaria y disruptiva salida directamente de la Silicon Valley.
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