Para forzar a la inmovilidad a los candidatos a migrar, considerados indeseables, los gobiernos occidentales ya no se conforman con militarizar sus fronteras y endurecer su legislación. A las estrategias represivas se suman métodos en apariencia más consensuales: las campañas de información multimedia que advierten sobre los peligros del viaje.
“Y en vez de seguir adelante, pensó en buscar el regreso... a manera de juramento, dijo a su primo difunto: ‘Si Dios me ha de quitar la vida, que sea en mi tierra querida’”. Esta canción cuenta el periplo de un mexicano que, tras haber visto morir a su primo durante el viaje a Estados Unidos, resuelve dar marcha atrás. Grabada en 2008 con fondos gubernamentales estadounidenses, fue enviada a las radios de varios países de América Central por una agencia de publicidad privada, que procuró no revelar la identidad del auspiciante (1).
¿Se trata acaso de un arma de desaliento exclusivamente estadounidense? Varios Estados europeos recurren también a esos métodos de comunicación disuasiva, en particular, desde la “crisis” de los refugiados del verano boreal de 2015. Tanto en Hungría como en Dinamarca, los poderes públicos financiaron publicidades en periódicos libaneses y jordanos. “Los húngaros son hospitalarios, pero se aplican las sanciones más severas contra aquellos que intenten entrar ilegalmente a Hungría”, se podía leer allí. “El parlamento danés acaba de adoptar un reglamento destinado a reducir en un 50% las prestaciones sociales a los refugiados recién llegados”, informaban (2). En 2017, varios artistas de África Occidental bailaban y cantaban en un clip titulado Bul Sank sa Bakane bi (“No arriesgues tu vida”). “La inmigración es buena cuando es legal”, “Quédate en África para ayudar a desarrollarla, no hay mejor lugar que aquí”, “Jóvenes, lo que ignoran es que en el exterior no todo es tan fácil como piensan”, clamaba una canción financiada por el gobierno italiano en el marco de una operación de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) llamada “Migrantes conscientes” (3).
“¿Por qué arriesgar su vida?”
Estas campañas que apuntan a personas que todavía no intentaron llegar a Occidente, pero susceptibles de querer hacerlo, insisten sobre lo inútil de la inmigración irregular (quienes lo intenten, serán sistemáticamente enviados de vuelta a sus países de origen) y sobre los rigores del “Estado de Bienestar”. Ponen énfasis en los peligros del viaje, las duras condiciones de vida en los países de tránsito y de destino, los riesgos de trata, de tráfico, de explotación o simplemente de muerte. Esas puestas en escena tienen un punto en común: no evocan las políticas restrictivas que vuelven cada vez más peligrosa la experiencia migratoria. Buscan más bien tener un impacto sobre las decisiones individuales.
Desplegadas en los países de procedencia y de tránsito, extienden la externalización del control migratorio (4) y completan la vigilancia policial de las fronteras mediante estrategias de persuasión. El objetivo de control migratorio queda escondido detrás de una terminología edulcorada: se las llama campañas de “información” o de “concientización”, un vocabulario que las asocia a acciones humanitarias, destinadas a proteger a los aspirantes a migrar, e incluso a proteger de las mentiras de sus allegados a la población que permanece en su país: un video financiado por Suiza (5), dirigido a Camerún, insta a desconfiar de los relatos de los emigrados, quienes supuestamente adornan la experiencia migratoria (“No crea todo lo que le cuentan”).
Estas acciones que inicialmente se difundían a través de los medios tradicionales, hoy en día se divulgan por medio de Facebook, Twitter y YouTube. En Australia, el gobierno realizó en 2014 una serie de pequeños videos traducidos en unas quince lenguas habladas en el Sudeste Asiático, en Afganistán e Indonesia: “De ninguna manera. Australia no se convertirá en su casa”. Militares con uniforme exponen con tono marcial la política de su país. “Si usted viaja por barco sin visa, nunca logrará que Australia se convierta en su país. No hay excepciones. No crea las mentiras de los pasadores” (6).
Los creadores de las campañas recurrieron a YouTube para que la plataforma difundiera los videos en forma de publicidades que aparecen antes de los contenidos buscados por internautas susceptibles de emigrar. En efecto, la utilización de algoritmos permite identificar usuarios cuyo perfil indica que hablan ciertas lenguas, como el farsi o el vietnamita. Además, al privilegiar videos populares entre los jóvenes, YouTube facilita la selección demográfica requerida. Luego, esos clips invadieron el feed de (…)
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