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Anticapitalismo, ecología, feminismo, antirracismo...

La articulación de las luchas

Volvamos a partir de la postulación (bien fundada): “los combates (antirracista y anticapitalista) están ligados”, y de la pregunta que venía a continuación: sí, pero ¿cómo? No simplemente, pues. Es incluso una articulación bastante compleja.

La jerarquía estructural de las relaciones de dominación (1) no determina ninguna jerarquía de calidad de las luchas que corresponden a esas relaciones. Ninguna lucha se subordinará a las otras. Eso sería doblemente idiota: simbólicamente, en primer lugar, porque no se va a construir un bloque (contra-)hegemónico sin hacer que se hablen, se consideren, se acerquen, e incluso se encuentren de alguna manera, en el momento decisivo, los diferentes componentes del paisaje de las luchas, por consiguiente sin que se haga justicia a los legítimos motivos de cada uno ni, a la inversa, que unos renuncien a someter a los otros o simplemente a tratarlos fríamente. Estratégicamente, luego, porque, por el momento, las diversas relaciones de dominación son tan intrincadas que sus luchas son indistinguibles en situación: por ejemplo, vayan a preguntarles a las mucamas negras en huelga de los hoteles Ibis que seleccionen sus “causas” o las jerarquicen. Son complejos, aglomerados, de dominaciones que se dan en la práctica, de tal modo que luchar contra una es ipso facto luchar contra las otras. De esto surgen cuatro conclusiones posibles.

1. No habrá un bloque contrahegemónico fuera de un reconocimiento de la igualdad de las luchas. Una igualdad cualitativa, sin embargo, que no impida hacer diferencias cuantitativas. Iguales en legitimidad, las luchas difieren en su campo de acción. Por supuesto, esos campos de acción se superponen parcialmente en ciertas zonas. En esos casos, la superposición de las dominaciones se encuentra de alguna manera estructurada. Responder a la cuestión de saber “cómo están ligados los combates” es pensar esto: de qué manera se acomodan en su seno las superposiciones parciales, y qué cosa hay afuera.

Autonomías relativas
2. El hecho de que los recubrimientos no sean más que parciales, que haya un adentro y un afuera, se sintetiza reconociendo en todas esas luchas sus autonomías relativas, donde las dos palabras cuentan: “autonomía” y “relativa”. Reconocer la autonomía de las luchas antirracistas o feministas es no ilusionarse con que, una vez superado el capitalismo, esas opresiones serían ipso facto suprimidas. Por desgracia, perfectamente se puede concebir una sociedad poscapitalista que conserve rasgos racistas, homófobos, sexistas, o bien incluso que cree jerarquías inéditas. Las opresiones que se ponen en juego en esas luchas valen por sí mismas, sin poder ser íntegramente reducidas, como productos derivados, a una opresión matricial que fuera la del capitalismo.

3. Autonomías, pues. Pero relativas. Ya que, si no es matricial, la dominación capitalista no deja de ocupar el lugar superior en la jerarquía estructural de las dominaciones, y ahora sabemos por qué. De todas las relaciones de dominación que atraviesan la sociedad contemporánea, la relación capitalista es aquella que está en posición de mantenerse cuando todas las otras fueran atacadas, e incluso reducidas. En el modo del simulacro, o del ajuste marginal, o más si la situación se lo impusiera, hasta puede colaborar en esas impugnaciones. En efecto, la mayoría del tiempo es en una forma cuya hipocresía confina con lo grotesco. Por ejemplo, Hillary Clinton cuando, en su campaña de 2016, no vacila en decir: “Si hiciéramos desaparecer a los grandes bancos mañana, ¿eso pondría fin al racismo? ¿Eso pondría fin al sexismo? ¿Eso pondría fin a las discriminaciones contra la comunidad LGBT? ¿Haría eso que la gente fuese más acogedora a los migrantes de un día para el otro?” (2). Pero en casa tenemos a los mismos, y durante décadas habremos tenido tiempo de ver en obra a los órganos de la distracción social (Libération, L’Obs, etc.). La señora Clinton no pierde por azar en 2016. Pierde porque esas estrategias de distracción y de sustitución alcanzaron su límite. Incluso las luchas en cuya dirección habían sido (hipócritamente) orientadas esas estrategias perciben que ya no tienen nada que ganar con ellas, y quizá hasta mucho que perder.

Pero ya no volverán a hacer el truco “de los bancos” al “feminismo para el 99 %” (3), que vuelve a enganchar con firmeza su acción a una perspectiva anticapitalista, y esto no obstante sin abandonar nada de su propia especificidad. Tal es exactamente la síntesis de la autonomía relativa. Por lo demás, es el mismo capitalismo el que lo impone porque, al jugar con la sinergia de las dominaciones, por la misma razón induce la sinergia de las luchas. En todo caso, su articulación de hecho, a imagen (otra vez) de las mucamas negras de los hoteles Ibis. El capitalismo utiliza otras relaciones de (...)

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Frédéric Lordon

Economista y filósofo. Última obra publicada: Les Affects de la politique, Seuil, París, 2016.

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