La elección del candidato presidencial de la coalición Apruebo Dignidad, programada para el domingo 18 de julio, no sólo es una medición de fuerzas entre dos destacadas personalidades. Más allá de los elementos electorales que están en juego, los efectos de esta disputa tendrán consecuencias en la posibilidad de conformar una fuerza política de izquierda, sólida, competitiva y capaz de dar gobierno al país, lo que constituye una novedad absoluta en relación con los últimos 30 años.
Más relevante que definir un candidato ganador en esta primaria, la calidad de la resolución de este proceso de Apruebo Dignidad dará señales respecto a la capacidad de conducción que ofrece esta coalición a un país que busca una alternativa de gobierno transformadora, pero a la vez viable y confiable.
Daniel Jadue y Gabriel Boric atraen votación sobre la base de atributos personales muy relevantes. El alcalde de Recoleta se ha ganado un merecido respeto como gestor municipal, a partir de políticas que buscan generar soluciones públicas, a escala local, a problemas públicos que hoy sólo tienen soluciones de mercado. Desde la farmacia a la inmobiliaria popular, pasando por la universidad abierta, la óptica, el sistema de biblioteca, hasta las más diversas propuestas similares instaladas en su comuna, Jadue ha logrado patentar su sello como gestor edilicio, en un campo en donde la izquierda no lograba destacar frente a la política “cosista” iniciada por Joaquín Lavín en Las Condes durante los años noventa.
En esta respuesta se ha ganado la confianza de la ciudadanía, mostrando que es posible correr la cerca ideológica del neoliberalismo, devolviendo al Estado un rol en la provisión de bienes y servicios que han sido mercantilizados. Por eso, más allá de sus innegables capacidades como alcalde, lo que se admira en Jadue es la firmeza de sus convicciones. Supera así la tradicional distinción weberiana, que afirma que la política debe fundarse en la ética de la responsabilidad y postergar una ética fundada en la adhesión a una causa y a los ideales que la inspiran. Jadue siempre busca rebasar la Realpolitik y no teme en absoluto a la crítica que se levante por ese convencimiento. Su talante como firme adherente a la lucha palestina se trasluce en todos los niveles de su acción política, en sintonía con la abierta insolencia con la que asume su militancia en el Partido Comunista.
La fortaleza del diputado por Magallanes es distinta. Gabriel Boric no es un gestor sino un estratega político, un parlamentario experimentado, un conductor de procesos de articulación colectiva. Su nombre es indisociable al movimiento estudiantil de 2011, y sus efectos en el cambio de la subjetividad política chilena, y la constitución del Frente Amplio como efecto de su posterior institucionalización. No es un orador deslumbrante ni un teórico o intelectual. Boric es un político de vocación y profesión, en el sentido en que Max Weber lo define. Recordemos que para el sociólogo alemán quien hace política debe aspirar al poder. Esta definición de base es fundamental. El político serio no hace política para representar una obra de ficción, ni para comprobar una hipótesis académica, ni testimoniar un lamento inútil. El político vocacional busca el poder como medio para la consecución de unos fines, que pueden ser idealistas o egoístas, justos o injustos, pero en definitiva no se puede perder en que su objetivo no se podrá lograr sin concretar esa vocación de poder.
Una agitada trayectoria
Boric es uno (…)
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