Las primarias legales tienen enorme importancia en el relevo presidencial, e indirectamente en el diseño de las elecciones parlamentarias, ya que su impacto y resonancia no puede ser replicado por otros mecanismos, tales como una primaria “convencional” o “consulta ciudadana”, organizada por un grupo de partidos. El dato fundamental es que dos bloques políticos se midieron de cara a las elecciones de noviembre. Apruebo Dignidad obtuvo el 56,57% del total de votos emitidos frente a la derecha nucleada en Chile Vamos que logró el 43,42%. Este es el dato relevante. Implica que el Frente Amplio, aliado a Chile Digno (alianza liderada por el Partido Comunista) ha quedado en una inmejorable posición. Pero esta cifra preliminar se debe matizar. Es necesario un análisis que sirva para desentrañar algunas claves de lectura del resultado de las primaras de Apruebo Dignidad y de Chile Vamos.
A primera vista Daniel Jadue no logró vencer por razones atribuibles a factores personales: errores no forzados en los debates de TV, un carácter irascible, cierta arrogancia. Pero sería ingenuo reducir su derrota a estos elementos. Tampoco se puede achacar sólo al anticomunismo, como ocurrió en el caso de la Gobernación metropolitana, donde la derecha votó masivamente por el Claudio Orrego, ya que había quedado excluida en la primera vuelta electoral. El diseño mismo de su campaña le llevó a no alcanzar a la heterogeneidad del electorado que debía convocar. El imaginario de su propuesta se asemejaba mucho al de su comuna de origen, pero no abarcó la diversidad regional, cultural y social propia de una elección a escala nacional. Más que como un presidenciable, Jadue se presentó como el excelente alcalde de Recoleta, que efectivamente es, pero no dio el salto de escala que necesitaba, a pesar de lo extenso y detallado de su programa. Más que movilizar a un grupo de “socialistas por Jadue”, necesitaba ampliar su repertorio hacia voces no partidistas, ciudadanas, que generaran confianza, no alineadas bajo la lógica de la confrontación política tradicional.
Al contrario, Gabriel Boric consiguió ese efecto, dirigiéndose a una audiencia mucho más universal y fluida, a partir de su propio espacio de enunciación, específico y particular. Desde el Estrecho de Magallanes a la totalidad del territorio. Desde la juventud, a los jóvenes de todas las generaciones. Logró articular dos elementos antagónicos: voluntad de cambio y viabilidad de triunfo. Una combinatoria que suele fallar en los programas de la izquierda. En la búsqueda del “interés general” suelen aguar su radicalidad programática. O, por el contrario, en la radicalidad o especificidad programática desprecian las alianzas y la pluralidad de intereses que es necesario armonizar para construir una mayoría. La campaña de Boric ecualizó estos sonidos de un modo armonioso, resaltando sus cualidades y atributos. Una imagen que pude ver personalmente lo ilustra: el lunes siguiente a las primarias, en la línea 5 del Metro, muy temprano. Un trabajador de unos sesenta años tararea la canción de León Gieco: “Queremos ya un presidente joven, que ame la vida, que enfrente la muerte”, que la campaña de Boric había hecho viral en redes sociales durante la última semana de la campaña. Una evidencia del objetivo de comunicación política que se había alcanzado.
Para Apruebo Dignidad el desafío inmediato es restañar las heridas de la confrontación electoral. El Frente Amplio no debería dar por seguros los votos de Jadue, por más disciplinados que sean los votantes comunistas. Lo que necesita es sumar su energía e irradiación (…)
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