Es sabido que el énfasis que la educación nacional le ha otorgado por más de treinta años al fomento del pensamiento lógico matemático y a las habilidades instrumentales del lenguaje y las comunicaciones, ha dejado en un lugar subalterno a la historia en general y a los relatos históricos en particular. Paulatinamente, las sucesivas reformas curriculares han recordado y disminuido la reflexión histórica y particularmente la discusión histórica. En la enseñanza secundaria, la reflexión sobre la historia mundial y la nacional son incorporadas en las asignaturas del estudiantado, en función de las opciones del proyecto educativo definido por el establecimiento educativo, o bien, se incorporan como parte un conocimiento que puede abordarse transversalmente a través de otras asignaturas.
En la actualidad, el estudio de la historia nacional forma parte de un currículum bastante abreviado y en función de la elección de cada centro escolar, es parte de contenidos marginales obligatorios. Por esta misma razón, para la mayoría de las escuelas y liceos del país, en consideración al tiempo destinado, el estudio de la historia universal y nacional sólo se circunscribe al conocimiento de hechos cronológicos y sus actores relevantes.
Por otra parte, la arquitectura educacional asumida por nuestros ministerios de educación, chilenos y latinoamericanos, se han sostenido y promulgado la historia oficial. El tipo de ciudadanos y de ciudadanía que hemos promovido a través de la educación formal, no tiene espacio para generar una discusión histórica que incluya la perspectiva de diferentes actores y de distintos referentes teóricos. En ocasiones también se ha señalado que promover la discusión de acontecimientos históricos recientes, solo atentaría en contra de la cohesión y la convivencia social. Para esta sensibilidad, resulta menos controversial reflexionar sobre el imperio romano y la antigua Grecia, que sobresaltarnos con la historia del golpe militar del año 73, la dictadura y la transición de los años noventa. No es el momento de argumentar sobre el error conceptual que contiene esta postura, pero convengamos que es un argumento falaz.
Junto a lo anterior, también es un dato de la causa, por lo demás bastante conocido por las ciencias sociales, que la historia de la humanidad se construye por los ganadores. Independientemente del rol o de la opción política que la juventud chilena mantuvo entre el golpe militar de 1973 y el primer gobierno de transición encabezado por Patricio (...)
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