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Fronteras bloqueadas para impedir el paso de inmigrantes y grupos armados

Los muros de arena en el Sahara

Sin saber a dónde iba, Youssouf (1) dejó su Guinea natal con un vecino, atravesó un Malí en guerra, cruzó la frontera argelina, caminó sobre la arena ardiente del desierto libio y enfrentó el tumulto del Mar Mediterráneo antes de pisar el continente europeo, al cabo de un periplo de más de nueve meses. Este adolescente de 16 años sorteó las minas artesanales en la ruta que une la ciudad de Gao, en Malí, con la frontera con Argelia, los policías argelinos de temible reputación y las milicias libias, que piden rescates por sus presas en Trípoli. Tuvo que esconderse, mantener la mirada baja, eludir los puestos de control. Pero aquello que más parece haberlo sorprendido fue el muro de arena que los obligó, a él y a sus compañeros de viaje, a caminar durante tres días y tres noches en el desierto para cruzar la frontera entre Argelia y Libia. “Era muy impresionante –recuerda desde la pequeña ciudad del sur de Francia donde ahora se encuentra escolarizado–. De repente, nos encontramos frente a una inmensa barrera de arena imposible de atravesar en auto. Nuestro traficante nos dejó ahí y nos dijo que camináramos hasta llegar al muro. Una vez que lo trepamos, estábamos en Libia”.

Todos los migrantes del África subsahariana han visto este muro de arena al cruzar la frontera con Argelia. Los comerciantes y traficantes saharianos han aprendido a eludirlo. Los habitantes de las ciudades situadas en los confines del país se han visto obligados a adaptarse. Pero pocos argelinos saben que casi todo su territorio sahariano se encuentra actualmente rodeado por un inmenso cordón de dunas artificiales que pueden alcanzar de 2 a 5 metros de altura. “En Argel, nadie, o casi nadie, habla de este confinamiento”, subraya el investigador en geopolítica Raouf Farrah, que realizó sondeos en el sur argelino (2).

Una muralla de arena
Construir un muro o una valla para proteger su frontera se ha convertido en algo habitual en muchas partes del mundo, tanto si se trata de regímenes autoritarios como democráticos (3). Hasta ahora, África del Norte y Occidental parecían haber escapado a este fenómeno. Ya no. El análisis de imágenes satelitales recientes revela una insospechada multitud de muros de arena (4). El Sahara, a menudo descrito como un vasto espacio desértico sin límites e, incluso, como una “zona gris”, donde proliferan los tráficos de armas, drogas, cigarrillos y gasolina, y por la que circulan con facilidad contrabandistas, bandidos, rebeldes, combatientes yihadistas y migrantes, está en realidad dividido por inmensas barreras de arena desde el Océano Atlántico hasta el Mar Rojo.

El más conocido es aquel que atraviesa de norte a sur el Sahara Occidental, un territorio ocupado por Marruecos desde la partida de los españoles a fines de 1975, y reivindicado por el Frente Polisario, un movimiento independentista apoyado por Argel. Este “muro de separación”, también denominado “cinturón de seguridad”, fue erigido por Rabat en la década de 1980, a lo largo de más de 2.500 km (5). Desde entonces, se ha consolidado constantemente con equipos electrónicos cada vez más sofisticados, pero también se ha extendido incesantemente. A pesar de los acuerdos de alto el fuego firmados en septiembre de 1991 bajo la égida de las Naciones Unidas, el cuerpo de ingenieros militares marroquí construyó una nueva extensión de 14 km hasta la frontera mauritana. El objetivo era impedir el bloqueo de la única ruta asfaltada transahariana y negar al Frente Polisario el acceso al Océano Atlántico. En marzo de 2021, se levantó un nuevo muro de arena de unos cincuenta kilómetros en el extremo norte del Sahara Occidental, bien cerca de la frontera con Argelia. Presentado por la prensa marroquí como un medio para frenar el acceso del Frente Polisario a los campos de Tinduf, ubicados en Argelia, no impide completamente el paso hacia el sur, como revelan las imágenes satelitales.

Considerado durante mucho tiempo como una excepción, este muro de arena aparece ahora como un modelo precursor imitado por otros Estados, que también se han propuesto cercar sus fronteras con la ayuda de topadoras. Túnez y Egipto invocan la necesidad de protegerse de las incursiones de los individuos armados desde el colapso de Libia después de 2011. Así, Túnez se embarcó en la construcción de un muro de arena que alcanza ya los 200 km, cerca del puesto fronterizo de Dehiba, y que está dotado, gracias a la colaboración financiera y técnica de Estados Unidos, de un sistema integrado de vigilancia electrónica. Por su parte, El Cairo recuperó el trazado de los “alambrados fronterizos”, dispuestos a lo largo de más de 270 km por la Italia fascista en 1931, desde el Mediterráneo hasta las proximidades de los oasis de Siwa y de Al Jaghbub (6). Egipto también cuenta con el apoyo estadounidense para reforzar la vigilancia electrónica de sus fronteras occidental y meridional con Libia y Sudán. Las imágenes satelitales revelan otro muro de arena en la frontera con Sudán, desde el Mar Rojo hacia el interior (a lo largo de unos treinta kilómetros), concretando la ocupación egipcia del territorio disputado del “triángulo” de Hala’ib.

Travesía con riesgos
Pero el frenesí de los muros de arena parece afectar sobre todo a Argelia. Un impresionante dispositivo, compuesto de zanjas, diques de arena, alambrados y muros de hormigón rodea actualmente casi todo el territorio argelino, es decir, 6.700 km. Más de 50.000 militares patrullan sólo en la parte sahariana del país. El muro de arena levantado en la frontera libia data de 2015 y se extendió luego a las fronteras (...)

Artículo completo: 2 896 palabras.

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Rémi Carayol y Laurent Gagnol

Periodista y geógrafo.

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