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Más de un billón de dólares invertidos por estadounidenses en China

Contra Washington, Pekín apuesta a las finanzas

En su discurso de apertura del Foro de Boao, el equivalente chino del Foro Económico Mundial (WEF) de Davos, el presidente chino Xi Jinping invocaba, el pasado mes de abril, un nuevo orden internacional. Refiriéndose a Estados Unidos, rechazaba cualquier idea de “guerra fría” y de “hegemonía”, antes de declarar: “Debemos promover la liberalización y la facilitación del comercio y la inversión, profundizar la integración económica regional y reforzar las cadenas de suministro [...] con vistas a construir una economía mundial abierta. [...] En la era de la globalización económica, la apertura y la integración son una tendencia histórica incontenible. La construcción de muros o el “desacoplamiento” van en contra de las leyes económicas y los principios del mercado” (1).

Este canto al liberalismo económico se ha convertido en un mantra del discurso oficial. Frente a los esfuerzos proteccionistas de Estados Unidos para reestructurar las cadenas de suministro transnacionales y limitar el acceso de la República Popular China (RPC) a las tecnologías estratégicas, el Partido-Estado se erige como campeón del libre comercio y de las finanzas globales. Apostando al limitado patriotismo y al ilimitado apetito de los grupos transnacionales, levantó las barreras que bloqueaban el acceso a ciertos segmentos de los mercados de capitales nacionales y otorgó licencias a los grandes grupos estadounidenses para operar filiales al 100% o con control mayoritario en mercados especializados (gestión de patrimonios, pagos, emisión de bonos, seguros, índices, etc).

La apertura china
“China se abre mientras Estados Unidos se cierra”, escribe Global Times (14 de junio de 2020), en referencia a las licencias que el Banco de China ha concedido en 2019 y 2020 a Goldman Sachs, BlackRock, JPMorgan Chase, Citibank, Morgan Stanley, American Express, Paypal, Mastercard, entre otros. Un artículo de China Daily (18 de marzo de 2021) señala con satisfacción que “Wall Street se inclinará por hacer aquello que hace mejor: buscar ganancias”. Una valoración compartida por The Economist (5 de septiembre de 2020): “China está creando oportunidades [que el capital extranjero no] esperaba, al menos no tan rápidamente. Muchos observadores se centran en el desacoplamiento entre Estados Unidos y China. Sin embargo, para quienes gestionan los billones de dólares que circulan cada día en los mercados mundiales, la tendencia principal se asemeja más bien a un acoplamiento”. “Cuando se trata de hacer dinero –escribe Financial Times (4 de febrero de 2021)–, una verdad fundamental sobre la rivalidad estratégica entre Estados Unidos y China es que son más las cosas que atraen que aquellas que repelen”.

Según las estimaciones oficiales (2), los flujos estadounidenses entrantes en China ascendieron a 620.000 millones de dólares durante la presidencia de Donald Trump, a los cuales hay que sumar las decenas de ofertas públicas de venta de empresas chinas en las bolsas estadounidenses. A fines de 2019, los inversores estadounidenses tenían al menos 813.000 millones de dólares en acciones y bonos de deuda chinos, frente a 368.000 millones en 2016. El total alcanzaría los 1,1 billones de dólares actualmente. En 2020, los haberes extranjeros de acciones aumentaron un 50% y las de bonos un 28% con respecto al año anterior. Estas cifras subestiman los flujos entrantes, dado que varias empresas chinas que emiten acciones tienen filiales con domicilio en paraísos fiscales. Setenta y tres filiales en las Islas Caimán: “Más que cualquier otro país, después de Estados Unidos, el Reino Unido y Taiwán”, según un estudio de julio de 2021, que precisa: “En 2017, los inversores estadounidenses, británicos y de la zona euro tenían 830.000 millones de dólares en acciones de empresas chinas a través de paraísos fiscales, de los cuales 705.000 millones de dólares sólo en las Islas Caimán” (3). Un informe reciente concluye que “la integración de China en los mercados financieros mundiales se está acelerando” (4).

Nuevas concentraciones de poder
Esta evolución conlleva una diplomacia más combativa, conocida como “diplomacia del lobo guerrero” y una afirmación intransigente de los “intereses nacionales” (reivindicaciones territoriales en Asia, medidas económicas coercitivas o sanciones aplicadas a países y personas que critican el historial de la República Popular de China en materia de derechos humanos en Xinjiang y Hong Kong...). Esta postura que combina globalismo y soberanismo es menos paradójica de lo que parece. El ascenso de China ha sido posible gracias a una integración controlada en el mercado mundial. La internacionalización no solamente no la ha encerrado en una vía de desarrollo dependiente, (...)

Artículo completo: 2 262 palabras.

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Philip S. Golub

Profesor asociado, Universidad de París-VIII.
Autor de Power, Profit and Prestige: a History of American Imperial Expansion, Pluto Press, Londres, mayo 2010.

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