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El líquido escenario pre electoral

Escribir sobre los resultados de las próximas elecciones resulta abiertamente un tremendo riesgo. Ni las encuestas predictoras, ni los expertos en elecciones han logrado acertar en lo que ha venido pasando pos 18 de octubre de 2019. Faltan elementos que nos ayuden a comprender el comportamiento electoral y una naciente cultura política, que parece dejar atrás la matriz que se inauguró con el retorno a la democracia en 1990.

El cambio en el sistema electoral con el fin del binominal, nuevos distritos electorales y la instalación del voto voluntario, son elementos que deben considerarse en la alta fragilidad de las predicciones electorales, pero que no terminan de explicar del todo el fenómeno de alta polarización social, descrédito de las elites políticas tradicionales, la erosión de la legitimidad del modelo económico-social y el declive de la dinámica consensual y pragmática de la política chilena.

Si a lo anterior le sumamos la alta incertidumbre (positiva y esperanzadora para unos y unas; negativa para otros y otras) que genera el proceso Constituyente, inédito en la historia de Chile y la nueva acusación constitucional que cae sobre el Presidente de la República, en pleno ejercicio de su cargo, con la pérdida de credibilidad y falta de cohesión de su sector político, el escenario se vuelve aún más complejo.

El riesgo de la obsolescencia de esta columna, que se publicará varios días después de su escritura primaria, es alto, por lo que me detendré en la descripción del actual escenario electoral, con ciertas particularidades históricas que merecen ser reflexionadas, sobre todo en aquello que parece nuevo y lo no tanto.

1. Alta fragmentación política
No es la primera vez que vivimos una elección con una alta presencia de candidatos en una papeleta. En 1993, después del primer gobierno de transición, compitieron Frei Ruiz Tagle (57,9%), Alessandri Besa (24,4%), José Piñera (6,18%), Eugenio Pizarro (4,7%) y Cristián Reitze (1,17%). En 1999, se inscribieron 6 candidatos, con la diferencia de que esta elección se resolvió en segunda vuelta, rebatiendo algunos pronósticos que daban por ganador al candidato de la Concertación, Ricardo Lagos, que a la postre terminó siendo Presidente de la República, con el apoyo no formal de sectores de izquierda cuyos candidatos perdieron en el primer round.

Un caso extremo ocurrió en la elección presidencial del 2013 donde se presentaron 9 candidatos, mostrando una mayor diversidad de actores políticos, que si bien no rompieron la dinámica bi-aliancista presente entre la derecha y la centro izquierda (en sus distintas versiones: Concertación/Nueva Mayoría o Alianza/Chile Vamos), si erosionó fuertemente a ambos bloques. En todas esas elecciones la mayor fragmentación la han vivido aquellos sectores que se identifican como de izquierda o progresistas, cuestión histórica y que siempre vuelve necesaria la revisión de Gramsci y su concepto de hegemonía.

¿Qué es lo nuevo de la elección actual? En primer lugar, que al menos dos de los candidatos que están en la papeleta, llegaron ahí después de ganar una primaria realmente competitiva. No lo fue así con Lagos y Zaldivar, tampoco con Alvear y Bachelet y menos en la derecha donde estas no se practicaron sino hasta 2013, cuando compitieron Pablo Longueira y Andrés Allamand, logrando el triunfo el primero de ellos. Sin embargo, esa candidatura no llegaría a buen puerto, pues Longueira renunció a ella, debiendo la derecha colocar en su lugar a Evelyn Mathei, competidora de Bachelet que ganó dicha elección en segunda vuelta.

Hoy Boric y Sichel ganaron primarias competitivas, donde ninguno parecía el favorito de las encuestas ni expertos. Lo anterior posibilitó un debate que se polarizó políticamente entre los detractores del “modelo” que representaban los programas de Boric y Jadue, que (...)

Artículo completo: 1 977 palabras.

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Cristina Moyano Barahona

Doctora en Historia. Académica del Departamento de Historia de la Universidad de Santiago de Chile.

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