La derrota, el pasado 2 de noviembre, de su candidato a gobernador de Virginia, despertó temores en los demócratas frente a las parlamentarias de 2022. Un miedo avivado por el reciente rediseño de circunscripciones, que debería beneficiar a los republicanos, aun cuando éstos terminen siendo minoritarios en términos de votos.
Cada diez años, con cada nuevo Censo, Estados Unidos rediseña su mapa electoral con el fin de adaptarse al nuevo reparto demográfico. De apariencia técnica, casi aritmética –en el seno de una misma división administrativa, cada circunscripción electoral debe albergar el mismo número de habitantes (más/menos 5%)–, la operación se revela, no obstante, como eminentemente política. Decidida por la mayoría en el poder en los diferentes estados, permite a cada bando diseñar circunscripciones a medida, propicias a facilitar su victoria, concentrando o diluyendo tal o cual grupo demográfico. Así, los republicanos tienen particular afecto por las circunscripciones con mayoría blanca. En Texas, por ejemplo, la población blanca cayó del 52% al 45% del total entre 2000 y 2010. Sin embargo, en 2012, gracias a la magia del gerrymandering (“carnicería electoral”), era mayoritaria en el 70% de las circunscripciones del estado (1).
La reorganización resultante del censo de 2020 también produjo un cúmulo de manipulaciones. Así, mientras que el 95% del crecimiento demográfico de Texas entre 2010 y 2020 fue producto de las minorías raciales, el nuevo mapa adoptado el último 25 de octubre no les otorga ningún peso electoral adicional (2). En Carolina del Norte, 10 de los 14 nuevos distritos del Congreso garantizan la elección de republicanos a pesar de que la última elección presidencial mostró un voto popular equilibrado entre demócratas (48,6%) y republicanos (49,9%).
Privados de representación política
A los legisladores se les plantea un problema adicional: el recuento de las personas encarceladas. Según la Constitución estadounidense, cada persona tiene derecho a igual representación, en virtud del principio “una persona, un voto”. Entonces, ¿dónde deben contarse los detenidos? ¿Allí donde está la prisión? ¿O en el domicilio precedente? La Oficina de Censos toma en cuenta el “lugar habitual de residencia”, definido como el lugar donde las personas duermen y comen. Así, desde 1790 se adopta el domicilio de la prisión. Esta decisión, inocua durante casi dos siglos, comenzó a plantear problemas con las políticas de encarcelamiento masivo que surgieron en los años 80 y que llevaron a que hoy más de dos millones de personas estén encarceladas en Estados Unidos, el equivalente a la población de Nuevo México. Teniendo en cuenta la sobrerrepresentación de las minorías raciales en la población carcelaria –la tasa de encarcelamiento de los afroamericanos es cinco veces superior a la de los blancos (3)–, pero también la ubicación de las prisiones (principalmente en zonas rurales y blancas), la cuestión del lugar donde se los censa reviste una importancia estratégica.
“Fue con el redistricting [rediseño electoral] del censo del año 2000 que comenzamos a notar que allí había un problema”, explica Mike Wessler, (…)
Texto completo en la edición impresa del mes de diciembre 2021
en venta en quioscos y en versión digital
E-mail: edicion.chile@lemondediplomatique.cl
Adquiera los periódicos y libros digitales en:
www.editorialauncreemos.cl