Con casi el 56% de los votos, el candidato de izquierda Gabriel Boric acaba de ganar la elección presidencial contra José Antonio Kast, nostálgico de la Junta de Augusto Pinochet. Con 35 años, Boric se convertirá en el Presidente más joven de la historia de América Latina cuando tome las riendas del Estado, el 11 de marzo de 2022. Entonces, todo quedará por hacer...
Un temblor de alivio recorre una gran parte de Chile el 19 de diciembre a la noche. Hace vibrar a los estados mayores de la izquierda chilena, por supuesto, pero también circula de casa en casa, en las redes sociales, uniendo a cientos de miles de ciudadanas y ciudadanos. Liderada por José Antonio Kast, una extrema derecha reaccionaria y neoliberal, nostálgica de la dictadura (1973-1989) amenazaba con apoderarse del ejecutivo durante la segunda vuelta de la elección presidencial. Acaba de ser derrotada por la coalición de izquierda Apruebo Dignidad, una alianza entre el Partido Comunista (PC), el Frente Amplio (FA) y ecologistas regionalistas, liderada por Gabriel Boric. Una multitud compacta exulta en las calles de Santiago y de numerosas ciudades del país. La fiesta popular, las canciones de lucha, los rostros en éxtasis, los conciertos de bocinas se extienden hasta tarde en la noche. El antiguo laboratorio del neoliberalismo acaba de girar a la izquierda.
La batalla no parecía ganada de antemano, y los indecisos eran numerosos. En la primera vuelta, el 53% del electorado no fue a votar, confirmando una tendencia de fondo, observada desde la transición democrática, en 1990, y más particularmente desde el fin del voto obligatorio, en 2012: la de una masiva abstención y de un creciente desencanto ante a una democratización marcada por la continuidad neoliberal y numerosos legados autoritarios (1). Entre las dos vueltas, el equipo de campaña de Boric buscó salir de los barrios de clase media de la capital que componen su base social, para recorrer los territorios lejanos, del Norte al Sur, así como las zonas rurales y los barrios pobres. Se trataba de movilizar a los abstencionistas y de recuperar terreno allí donde Kast había recogido excelentes resultados. Apuesta lograda: la participación saltó a casi el 56% durante la segunda vuelta, mientras que Chile superó por primera vez la línea de los 8 millones de votantes. Boric ganó con más de diez puntos de diferencia con respecto a su adversario.
Dentro del aparato que lo llevó al poder, también Izkia Siches, de treinta y cinco años, tuvo un rol determinante: presidenta del Colegio Médico durante la pandemia, originaria del Norte del país (Arica) y reconocida por su oposición al Presidente en funciones, Sebastián Piñera, respecto a las cuestiones sanitarias, logró volver a darle dinamismo a la campaña. Los primeros datos electorales muestran que las mujeres, los sectores populares y la juventud fueron el motor de la victoria, contribuyendo ampliamente a la diferencia de casi un millón de votos entre los dos candidatos. Las estimaciones muestran que el 68% de las mujeres de menos de 30 años habría votado por Boric, mientras que Kast se impuso dentro del grupo de personas de más de 70 años (2).
El recuerdo de Salvador Allende
Durante la primera vuelta, el abogado católico ultraconservador de 55 años, padre de nueve hijos, había sorprendido al quedar primero con el 27,91% de los votos, por delante de Boric (25,82%). Algunos soñaban con ver a éste último ganar fácilmente. Porque, en diez años, el presidente electo tuvo una trayectoria excepcional: surgido de la “izquierda autónoma” de los años 2000, luego dirigente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECH) en 2011, durante las grandes movilizaciones de la juventud por una educación “gratuita, pública y de calidad” (3), fue elegido diputado en 2013, en condición de independiente y sin el apoyo de ningún partido. Una hazaña en el sistema electoral chileno que favorece a las coaliciones de partidos centristas en detrimento de los independientes. Luego, fue reelegido junto con figuras de las luchas estudiantiles como Camila Vallejo (4) (miembro del Partido Comunista) o Giorgio Jackson, su brazo derecho desde ese entonces. Es con él que fundó el Frente Amplio (FA) en 2016, posicionado de manera crítica entre la izquierda comunista histórica (y sus referencias castristas o bolivarianas), y los partidos tradicionales de la vieja Concertación, bloque dirigente hasta hoy desacreditado por su gestión fiel al neoliberalismo.
Esta “nueva izquierda” institucional llamada “frenteamplista” tiene por ambición ser reformadora y pos-neoliberal, muy lejos de la etiqueta de “extrema izquierda” que le atribuye perezosamente la prensa internacional o de las acusaciones de comunismo que profieren los medios de comunicación dominantes chilenos. Al ganar las primarias frente al muy popular alcalde comunista Daniel Jadue, la táctica de Boric y del FA dio sus frutos. En el paquete de su programa presidencial, se destaca particularmente una nueva política fiscal que apunta, entre otras cosas, a gravar a las grandes fortunas y a las grandes empresas para alimentar sus reformas sociales. Éstas conciernen a la salud pública, al financiamiento de la educación, a recuperar el control del sistema de jubilaciones (privatizado por el general Augusto Pinochet) a través de una entidad pública, la legislación sobre el aborto y una política a favor de los derechos de las mujeres y de las diversidades sexuales. A esto se suma la búsqueda de un modelo económico “más verde”, o incluso la negociación de nuevos derechos fundamentales para las comunidades del pueblo-nación mapuche.
La plataforma logró unir mucho más allá de Apruebo Dignidad. Sin embargo, el aumento espectacular de la participación en la segunda vuelta –particularmente (…)
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