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Una global y millonaria industria salida de Japón

Generación manga

Es realmente un triunfo. Desde que el manga comenzara a darse a conocer en Francia, hace unos treinta años, no ha dejado de prosperar y diversificarse, hasta convertir al país de Astérix en el segundo “consumidor” de este género, después de Japón. Esta es la historia de cómo, en Francia, el cómic ha ido desarrollándose poco a poco hasta dar lugar a creaciones específicas.

Se sospechaba que no iban a precipitarse todos sobre los volúmenes de La Pléiade, pero nadie podía imaginarse que la fiebre por los mangas iba a adquirir tales dimensiones. El bono cultural, ese cheque de 300 euros que el Ministerio de Cultura francés ha regalado a todos los jóvenes de 18 años, se ha convertido en un “bono manga” que multiplica unas ventas ya en plena expansión. Lo confirma la Japan Expo, el gran escaparate anual de la cultura popular japonesa, que dedicará un amplio espacio al género en su edición del 14 al 17 de julio de 2022, en el parque de exposiciones de Paris-Nord Villepinte.

No obstante, a menudo los fans tienen más de 18 años. Surgido en Japón en el siglo XVIII, el manga comenzó a llegar a Francia en 1996 con Astroboy de Osamu Tezuka, cuyo primer volumen, aparecido en Japón en la década de 1950, publicó Glénat; le seguirían otros once. En todo el mundo, se venderán cientos de millones de ejemplares con las aventuras de un pequeño robot en un mundo en el que sus semejantes conviven con los humanos. Los mangas obtienen un éxito cada vez mayor, éxito preparado por el de sus adaptaciones animadas, emitidas en programas para niños como el Club Dorothée. En 1978 causa furor Goldorak, el robot extraterrestre; luego aparecerán Princesse Sarah, adaptación de una novela que transcurre en un Londres victoriano, y, por último, entre 1990 y 1996, Dragon Ball...

Con un desprecio parecido al de sus propios padres por el rock y al de sus abuelos por los cómics, durante años los baby boomers solo vieron en el manga una sucesión de dibujos feos y violentos, con personajes de ojos como platos que por lo general se pasan la vida peleando y chillando, y que, para más inri, malinterpretaban… “Hay un gran fenómeno generacional en el éxito del manga”, explica Gilles Mure-Ravaud, creador del festival Cherisy Manga, en el departamento de Eure y Loir. “La gente de mi edad creció con eso, leyendo los mismos álbumes y viendo los dibujos animados que se basaban en ellos. El interés de los mangas está en los personajes. Suponían un cambio respecto de los héroes de nuestros padres, como Tintin o Lucky Luke: eran más independientes, violentos y sensibles a emociones negativas como la cólera o las ganas de luchar y, sin embargo, transmitían valores de solidaridad muy fuertes… Como los encontrábamos en miles de páginas, rápidamente formaban parte de nuestra familia”. Como recuerda Satoko Inaba, directora editorial manga de la editorial Glénat, “no había nada entre los cómics infantiles y los cómics adultos. En la década de 1980, no se consideraba a los adolescentes un público específico. Los mangas, al igual que las colecciones young adults, crearon un mercado”. Algo que confirma Timothée Chaussat, de 26 años, lector asiduo del género. “Escuchaba la misma música que mis padres y a menudo nos gustaban las mismas películas. Pero los mangas, al igual que los videojuegos, formaban parte de mi mundo personal, lo que quizás fue lo que alentó tanto mi afición. Me identificaba mucho con los personajes: era un grupo de amigos que constantemente trataban de superarse a sí mismos, que caían y se levantaban, exactamente lo que yo trataba de hacer en mi vida sin conseguirlo siempre. Había valores de camaradería y solidaridad que me conmovían. Eso me acercó a mucha gente. Los mangas tuvieron un papel social. Hacíamos fiestas manga, fiestas de videojuegos, dentro de un mismo universo”. En efecto, muchos videojuegos se basan en los mismos resortes narrativos que encontramos en las novelas de (...)

Artículo completo: 2 072 palabras.

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Hubert Prolongeau

Periodista.

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