La universidad pública en el gobierno de Gabriel Boric

En septiembre recién pasado, la edición chilena de Le Monde Diplomatique reproducía el discurso que el presidente Salvador Allende pronunció en vísperas de asumir su gobierno, donde, junto con saludar emocionadamente a la multitud que festejaba su triunfo, también señalaba “¡qué extraordinariamente significativo es que pueda yo dirigirme al pueblo de Chile y al pueblo de Santiago desde la Federación de Estudiantes! Esto posee un valor y un significado muy amplio” y agregaba que “nunca un candidato triunfante por la voluntad y el sacrificio del pueblo usó una tribuna que tuviera mayor trascendencia. Porque todos lo sabemos. La juventud de la patria fue vanguardia en esta gran batalla, que no fue la lucha de un hombre, sino la lucha de un pueblo; ella es la victoria de Chile, alcanzada limpiamente esta tarde”. De esta manera, casi 52 años después, una serie de analogías vinculan el triunfo electoral de Gabriel Boric con la llegada de la Unidad Popular. Para ambos gobiernos, la juventud nacional y la juventud universitaria en particular ocupa un lugar de liderazgo en las transformaciones políticas y sociales de Chile.

La nueva administración de Gabriel Boric viene a terminar con los gobiernos de transición. El descontento iniciado por las y los “pingüinos” del 2006, hoy han puesto en jaque la sacrosanta alianza entre el modelo de desarrollo neoliberal y una práctica política de acuerdos mezquinos que durante décadas a perjudicado a la población más desfavorecida de nuestra sociedad. Hoy, es posible que, liderados por la fuerza de la juventud, el mismo país que durante 40 años ha sido el ejemplo mundial de las políticas mercantiles, se convierta en un nuevo laboratorio para perfeccionar la democracia representativa y el desarrollo y crecimiento sostenible.

Las esperanzas de cambio y las expectativas asociadas a la nueva administración también vienen precedidas por lastres y resistencias. Por una parte, la extrema derecha chilena e internacional se unirán para torpedear y calumniar el proceso transformador, ante la mirada instrumental y cómplice de la “tradicional” o liberal. Junto a ello, el contexto nacional e internacional anticipan una limitación fiscal que sin duda producirán frustración en una parte de la población. A lo anterior se agregarán los berrinches del clientelismo político al que estaba acostumbrado el sistema de partidos políticos, de esta manera, es muy probable que el nuevo presidente se vea enfrentando permanentemente al “fuego amigo” que llorará por una cuota de poder. (...)