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De la ruptura diplomática a los discursos belicistas

Pulseada entre Marruecos y Argelia

En marzo de 2022, diez selecciones nacionales africanas disputarán los partidos finales de las Eliminatorias para clasificarse al Mundial de Qatar de noviembre. Argelia y Marruecos están en la misma llave por lo que es seguro que no se cruzarán. A ambos lados de la frontera, tanto para los aficionados como para aquellos a los que el fútbol deja indiferentes, es un alivio. En un contexto de tensiones recurrentes entre Argelia y Marruecos desde diciembre de 2020, esto aleja el fantasma de arrebatos e incidentes chauvinistas que podrían terminar mal.

Desde la independencia de Argelia en 1962, rara vez hubo buen clima entre Argel y Rabat, y las relaciones nunca dejaron de estar marcadas por el sello de la desconfianza. Los litigios fronterizos –que están en el origen de la “Guerra de las Arenas” de octubre de 1963– y la cuestión del Sahara Occidental –territorio reclamado por Marruecos y para el cual Argelia exige un referéndum de autodeterminación en beneficio de sus poblaciones, al tiempo que apoya el movimiento independentista del Frente Popular para la Liberación de Saguía el-Hamra y de Río de Oro (Frente Polisario)– impiden cualquier normalización entre los vecinos. Lo cual también obstaculiza el proceso de unión e integración económica magrebí: la Unión del Magreb Árabe (UMA), proclamada en Marrakech en febrero de 1989, no es hoy más que un cascarón vacío.

Durante más de cuatro décadas, la situación en el Sahara no progresó en nada, a pesar de la proclamación de un alto el fuego en septiembre de 1991 entre Rabat y el Frente Polisario. Como solución de “compromiso”, el reino propone una autonomía más o menos amplia –pero bajo su soberanía–, algo rechazado por Argelia, que reconoce a la República Árabe Saharaui Democrática (RASD). De hecho, en 1982 promovió su adhesión a la Organización para la Unidad Africana (OUA, hoy Unión Africana), lo que provocó dos años después la salida de Marruecos de esta institución (Rabat se reintegró a la UA en enero de 2017).

Argelia percibe asedio
Otros reproches se sumaron a la cuestión central del Sahara. Argel acusa a Marruecos de no hacer nada para impedir el contrabando y el tráfico de drogas a sus puertas. Mientras que Rabat considera que la negativa de Argel a discutir la reapertura de la frontera terrestre, cerrada desde 1994 busca castigar al reino asfixiando sus provincias orientales, tradicionalmente abiertas al oeste argelino.

En los últimos tiempos, la paz fría entre los dos rivales dio paso gradualmente a discursos belicistas. El 24 de agosto pasado, el canciller argelino, Ramtane Lamamra, anunció la ruptura de relaciones diplomáticas con Rabat. Esta decisión fue la conclusión lógica de una secuencia de escalada que comenzó el 20 de diciembre de 2020, tras el anuncio de un acuerdo sellado entre la administración de Donald Trump y el reino jerifiano sobre el reconocimiento estadounidense de la “marroquinidad” del Sahara Occidental, a cambio de la normalización de las relaciones entre Marruecos e Israel –un país que Argelia considera su enemigo y con el que no tiene relaciones diplomáticas–.

Aunque ha sido minimizada oficialmente, la decisión de Trump fue un gran revés para Argel, sobre todo porque no fue invalidada por la administración de Joseph Biden. El acercamiento entre Washington, Tel Aviv y Rabat –al que se suman las tensiones entre París y Argel en torno a varios temas (1), entre ellos el de Sahel– reforzó el sentimiento de asedio existente en el seno del régimen argelino. Esto es perceptible desde los movimientos de revuelta en el mundo árabe en 2011 y se acentuó fuertemente en 2019 con la protesta popular del Hirak. El anuncio por parte de una veintena de países africanos y árabes de la apertura de consulados o representaciones comerciales en el Sahara Occidental agravó este sentimiento de aislamiento diplomático, mientras que otros dos hechos provocaron la ira de los dirigentes argelinos.

En primer lugar, las revelaciones sobre la utilización por parte de Marruecos del programa informático israelí Pegasus, que permitió espiar el teléfono de más de seis mil personalidades argelinas: dirigentes políticos, militares, jefes de los servicios de inteligencia, altos funcionarios, diplomáticos extranjeros en ejercicio o militantes políticos, incluso de la oposición (2). Para Argel, el hecho de que este espionaje haya sido posible gracias a un software israelí es considerado una circunstancia agravante. Y más aun cuando el canciller israelí, Yair Lapid, avivó el fuego el 12 de agosto pasado durante una visita oficial a Casablanca: en presencia de su homólogo marroquí, Nasser Bourita, Lapid mencionó su “preocupación por el rol que desempeña Argelia en la región, su acercamiento a Irán y la campaña que emprendió contra la admisión de Israel como miembro observador de la Unión Africana”.

Alianza con separatistas
No hacía falta más para que las autoridades argelinas denunciaran “amenazas apenas veladas” en sus fronteras. “Nunca, desde 1948, se escuchó a un miembro de un gobierno israelí proferir amenazas contra un país árabe desde el territorio de otro país árabe”, (...)

Artículo completo: 2 603 palabras.

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Lakhdar Benchiba y Omar-Lotfi Lahlou

Periodistas, en Argel y Casablanca respectivamente.

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