Creada en tiempo de la Guerra Fría, la vieja alianza de los Cinco Ojos, integrada por Estados Unidos, el Reino Unido, Australia, Canadá y Nueva Zelanda, se recicla en un intento de controlar a China. Sin embargo, surgen fisuras en el núcleo original, mientras intenta sumar a otros miembros.
Fue durante mucho tiempo una alianza invisible, incluso para los funcionarios de los países implicados. Hubo que esperar hasta 1973 para que, en el marco de una crisis constitucional, el entonces primer ministro de Australia, el laborista Gough Whitlam –que había modernizado su país, abolido la “White Australia Policy” (la política racial que sólo autorizaba la inmigración de los europeos blancos), retirado sus soldados de Vietnam y reconocido a la República Popular China–, descubriera con desconcierto, un año después de su llegada al gobierno, que su país estaba conectado a una red secreta de intercambio automático de información con Estados Unidos, Canadá, Reino Unido y Nueva Zelanda, conocida familiarmente como los “Cinco Ojos” (“Five Eyes”, FVEY). Al mismo tiempo, se enteró de que la base de escuchas australiana de Pine Gap había pasado a estar prácticamente bajo el control de la Central Intelligence Agency (CIA)… organismo al que probablemente le debería su destitución al año siguiente.
El origen de la red se remonta a la Segunda Guerra Mundial: Washington y Londres compartían sus informaciones según un acuerdo, firmado en 1943 y oficialmente promulgado en 1946 bajo el nombre de United Kingdom-United States Communications Intelligence Agreement (UKUSA). Su contenido, que sigue siendo secreto, destaca la prioridad del socio estadounidense en el acceso a datos confindeciales. También conecta directamente los sistemas de intercepción de señales de la National Security Agency (NSA) con los de su equivalente británico, el Government Communications Headquarters (GCHQ). Canadá se unió a la red en 1948, y Australia y Nueva Zelanda en 1956. En los inicios de la Guerra Fría, se trataba de vigilar a la Unión Soviética, pero también a cualquiera que, de lejos o de cerca, pudiera ser identificado con el comunismo, como los movimientos antiimperialistas o anticapitalistas en Asia, América Latina o África. Estos “Cinco Ojos” incorporaron, a partir de los años 1950, un segundo círculo de cooperación con Noruega, Dinamarca y Alemania Occidental, aunque sin automaticidad en los intercambios.
Otros objetivos
Hasta los años 2000, incluso luego de las revelaciones australianas, la existencia de esta alianza rara vez fue admitida públicamente. Recién el 25 de junio de 2010, más de 60 años después de su firma, los gobiernos estadounidense y británico revelaron el contenido integral del acuerdo UKUSA: la revista Time lo consideró entonces como uno de los documentos más importantes de la Guerra Fría (1). Este texto, que contribuyó a cimentar la “relación especial” entre Washington y Londres, logró establecer un intercambio privilegiado derivado de la recolección de comunicaciones en el extranjero y de su análisis, así como de la adquisición de información sobre los operadores de comunicaciones, sus prácticas, equipos y procedimientos.
Terminada la Guerra Fría, llegó la hora de la guerra económica: el sistema de espionaje Échelon, desarrollado en los años 1990, fue un producto puro del tratado UKUSA. Dirigido principalmente contra blancos no militares (gobiernos, organizaciones, empresas o individuos), permite interconectar sistemas de escucha, fundamentalmente de las estaciones de recepción de los haces satelitales, e intercambiar entre los servicios de información los “diccionarios” de palabras clave y direcciones que reflejan sus preocupaciones del momento (2). El dispositivo permitió, particularmente, eludir las legislaciones nacionales que impiden a las agencias vigilar a sus propios ciudadanos. James Woolsey, ex director de la CIA, justificó el espionaje de los “amigos europeos” por la necesidad de defender a las empresas estadounidenses, víctimas de una corrupción endémica “en los países donde los sobornos son deducibles de los impuestos”(3).
Luego de los atentados en New York y Washington del 11 de septiembre de 2001, y gracias a la proliferación de leyes de seguridad adoptadas en América y en Europa, los servicios secretos estadounidenses y sus aliados reforzaron su vasta red de información a escala mundial. En 2013, las revelaciones de Edward Snowden, ex agente de la CIA y contratista de la NSA, dieron una idea de la magnitud de este rastreo, incluso de datos personales, gracias a la intercepción de bloques masivos de mensajes a través de satélites o cables submarinos, sobre todo en sus puntos de conexión con el Reino Unido (4). En paralelo, a través del programa Prism, los principales servicios de información estadounidenses habían obtenido el acceso directo a los servidores de nueve de los principales proveedores de servicios informáticos con sede en Estados Unidos: Microsoft, Apple, Yahoo, Google, Facebook, AOL, Paltalk, Skype y YouTube.
Los ojos puestos en China
La alianza de los Cinco Ojos no tiene dirección, sede ni personal propio. Este funcionamiento informal y secreto hizo posible un arreglo casi familiar de intercambios de inteligencia cuasi automáticos, basados en décadas de confianza entre los servicios secretos de unos pocos países unidos por la (…)
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