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El alineamiento de los medios occidentales

Evento total, colapso editorial

“Periodistas, presentadores, cronistas, reporteros, ya sea en el campo de guerra o en París, en el corazón de la actualidad, todos unidos y todos solidarios con Ucrania”. Este anuncio de France Télévisions del 4 de marzo de 2022 resume la mediatización en Francia de las dos primeras semanas de la guerra conducida por Rusia en Ucrania. Ya no se trata de informar, sino de movilizar. Frente a un conflicto internacional, los medios a menudo deben elegir, ante una alternativa: desviar la mirada, como en Yemen, Palestina, Donbass y Tigré, o poner en escena las fuerzas armadas occidentales volando en auxilio de un pueblo oprimido, como en Kosovo o en Irak. Esta vez, los actores difieren.

El espectáculo ha capturado a la sociedad entera. Desde el Estadio Velódromo de Marsella hasta la Puerta de Brandemburgo en Berlín, los monumentos enarbolan los colores de la bandera ucraniana, tal como la aplicación “TousAntiCovid” (el 25 de febrero) y la prenda deportiva de los tenistas franceses que enfrentaron a Ecuador en Pau (4 de marzo). El servicio de VTC Bolt advierte: “Donamos un 5% del monto de sus trayectos en apoyo de Ucrania” (2 de marzo); McDonald’s dejó de vender hamburguesas en la plaza Pushkin de Moscú; el Comité Olímpico prohibió a los discapacitados rusos participar en los Juegos de Invierno de Pekín. En Berlín, la discoteca tecno Berghain ofreció los ingresos de su primera noche de reapertura post-Covid “a organizaciones que se ocupan particularmente de las personas queer en Ucrania” (Berliner Zeitung, 4 de marzo), y en Milán, la Universidad de Bicocca suprimió un curso sobre Dostoievski con el fin de “evitar toda forma de polémica” (Le Figaro, 9 de marzo); en los Estados Unidos, Facebook autorizó excepcionalmente la publicación por los usuarios de Europa del Este de amenazas de muerte contra los rusos (Reuters, 10 de marzo); por último, el Washington Post (3 de marzo) reveló que “la Federación Internacional Felina veda los felinos rusos en todas las competencias”, juzgando imposible “ser testigo de esas atrocidades y no hacer nada”.

El “evento total”
Esta agitación frenética lleva en su paroxismo una mecánica puesta en movimiento hace treinta años, en ocasión de la Primera Guerra del Golfo: la del “evento total”. Procede como una reacción en cadena. ¿La detonación inicial? Una noticia de gran importancia que suscita una movilización tal que sale del estricto sector de la información y alcanza al conjunto de los medios de comunicación instantánea, desde las cadenas de información hasta las redes sociales. Y luego se precipita cuando los responsables de las instituciones más diversas, persuadidos —al igual que la Federación Internacional Felina— de que no pueden permanecer sin hacer nada, compiten con sus declaraciones estrepitosas.

Como en los atentados de 2015 contra Charlie Hebdo y el Bataclan, como en ocasión del primer confinamiento sanitario en marzo-abril de 2020, el tratamiento mediático de la invasión rusa sale del marco periodístico habitual. Si bien la actualidad ordinaria se compartimenta en secciones, el “evento total” irradia a todo el espacio de las redacciones. Al igual que las primeras planas del diario Le Monde —cada una de las cuales, desde el 26 de febrero, lleva la mención “edición especial”—, las radios y los canales de televisión “dan vuelta sus grillas”. Desde el boletín de meteorología que festeja “los bellos colores amarillo y azul” (France Inter, 28 de febrero) hasta la “Función de Solidaridad ‘Unidos por Ucrania’”, con un concierto excepcional y colecta de donaciones (France Télévision y Radio France, 8 de marzo), pasando por la velada de lecturas ucranianas de France Culture (4 de marzo), cada programa debe sonar como un editorial. La distinción entre audiovisual público y privado, información y espectáculo se atenúa: “Las antenas del grupo Altice Media, (...)

Artículo completo: 1 961 palabras.

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Pierre Rimbert

De la redacción de Le Monde diplomatique, París.

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