En 1961 la derecha francesa decidió confrontar de manera abierta y violenta contra los planes de iniciar el camino hacia la independencia argelina. El OAS es una de las más tristes páginas de la historia de la derecha francesa, aunque poco se la recuerda hoy en día.
La Organización del Ejército Secreto (OAS, por su sigla en francés), creada en Madrid a principios de 1961 por un puñado de militantes de la “Argelia francesa” entre los cuales se encontraban los antiguos líderes estudiantiles Pierre Lagaillarde y Jean-Jacques Susini, marcó el fin de un conflicto de descolonización al intentar cambiar su curso, utilizando el terrorismo indiscriminado o los asesinatos selectivos o incluso practicando una “política de tierra quemada” llevada al extremo en la víspera de la independencia argelina. Esta huida hacia delante quedó simbolizada por el atentado en el puerto de Argel el 2 de mayo de 1962, que provocó una centena de muertes, o el incendio de la biblioteca universitaria de la misma ciudad el 7 de junio (400.000 de los 600.000 libros fueron destruidos o dañados. El establecimiento no reabrió hasta 1968).
Según las fuentes, las acciones de la OAS causaron la muerte de entre 1.600 y 2.400 personas, en cuya inmensa mayoría era “musulmana”, como se decía entonces. Entre estas víctimas se cuentan el docente y escritor Mouloud Feraoun, ejecutado el 15 de marzo de 1962 con sus colegas en Ben Aknoun, en las alturas de Argel. El día anterior había anotado en su diario: “[En la ciudad] reina el terror. La gente circula igualmente y los que deben ganarse la vida o simplemente hacer sus compras se ven obligados a salir sin saber realmente si volverán o caerán en la calle (1)”. Otras personalidades también fueron objeto de ataques, como el socialista William Lévy, asesinado el 20 de noviembre de 1961 en el barrio popular de Bab-el-Oued, y el comunista Lucien Rieth, asesinado el 12 de febrero de 1962 en Orán.
Aunque, por razones evidentes, la colonia argelina era su área de acción prioritaria, la OAS desplegó sus actividades en la metrópoli a partir de junio de 1961, siguiendo al Frente de Liberación Nacional (FLN) que había decidido tres años antes llevar la guerra a Francia. Este simple hecho recuerda la ambivalencia de los vínculos mantenidos durante este conflicto entre partidarios de causas distintas, pero inclinados a emplear medios similares en nombre de legitimidades irreconciliables. De este modo, un militante de la “Argelia francesa” podía escribir sobre los combatientes independentistas del Ejército de Liberación Nacional (ALN): “Siento un cierto respeto por ellos, el respeto que se debe a quien se juega la piel hasta el final de sus actos, a quien pasa frío y hambre […]. Este lobo flaco era de mi raza, era casi mi hermano(2)”.
Para la Francia metropolitana, el balance de la OAS fue de 71 muertos y 394 heridos, entre los cuales se cuenta a Alfred Locussol –comunista y pied-noir oriundo de Carnot–, fallecido el 5 de enero de 1962 como consecuencia de un atentado perpetrado dos días antes en Alenzón; a Delphine Renard, una niña gravemente herida en los ojos en un atentado dirigido al departamento parisino de André Malraux, ministro de Asuntos Culturales, el 7 de febrero; o a los tres muertos y cuarenta y siete heridos causados por la explosión de un automóvil estacionado frente a la sala donde se iba a celebrar el Congreso del Movimiento por la Paz, el 9 de marzo, en Issy-les-Molineaux. En esta ocasión, el ministro del Interior Roger Frey denunció, en un discurso televisado, la voluntad de “tomar el poder mediante métodos que el régimen de Hitler ciertamente no habría repudiado”.
En este contexto de miedo extremo, alimentado por los rumores de atentados o ataques facciosos, la lucha contra la OAS –y, por extensión, contra el fascismo– se convirtió en la prioridad de los intelectuales y activistas de izquierda, a pesar de las notables diferencias de opinión. Así, en enero de 1962, según La Nouvelle Critique, revista del Partido Comunista francés, “el objetivo de los demócratas debe ser impedir que los fascistas intenten un nuevo golpe de fuerza, para privarlos de toda posibilidad de desencadenar una guerra civil”, presionando al gobierno gaullista y apoyando la consigna de paz en Argelia. Por su parte, los trotskistas de La Vérité des travailleurs destacaron la necesidad de un frente unido de las organizaciones obreras para acercarse a los independentistas: “En la lucha contra la OAS, el proletariado francés debe unirse a la fuerza fraternal del FLN, que acaba de determinar una lucha vigorosa contra la organización fascista”.
Sesenta años después de los hechos, el horror suscitado por los atentados terroristas de la OAS, así como la movilización de la izquierda, ya no parecen (…)
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