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Un archipiélago que oscila entre los rivales estadounidenses y chinos

El regreso del clan Marcos a Filipinas

Símbolo de la opresión del pueblo filipino, de la corrupción y del lujo más ostentoso, en los años 1970 y 1980, el matrimonio Marcos cautivó a Occidente: ¿quién no escuchó hablar de los miles de pares de zapatos de Imelda? Sin embargo, treinta y seis años después del derrocamiento de la dictadura familiar, el hijo Ferdinand “Bongbong” Marcos Jr. ha vuelto al poder, democráticamente.

El 9 de mayo de 2022, más de cincuenta y cinco millones de filipinos acudieron a las urnas para elegir a casi todo el personal político del archipiélago, desde el Presidente y el Vicepresidente hasta los concejales municipales. Estas elecciones de una sola vuelta, que enfrentaron a diez candidatos a la presidencia y nueve a la vicepresidencia, batieron todos los récords de participación electoral con un índice del 83%.

Con más de 31 millones de votos (casi el 60% del total), Ferdinand “Bongbong” Marcos Jr. obtuvo una victoria aplastante sobre su principal oponente, la vicepresidenta saliente María Leonor “Leni” Robredo (14 millones de votos, es decir, el 28% de los votos). Esta victoria es una doble revancha. En primer lugar, personal: en 2016 Robredo quedó por delante de él en las elecciones a la vicepresidencia, cuyos resultados impugnó hasta finales del año pasado. En segundo lugar, familiar: permite a la familia volver al poder, 36 años después de la caída del padre, el dictador Ferdinand Marcos Sr, apartado en febrero de 1986 por la revolución pacífica de EDSA (abreviatura de la Avenida Epifanio de los Santos, donde tuvieron lugar las manifestaciones), y su muerte en el exilio en Hawai, en 1989.

Al regresar a Filipinas tres años más tarde, los Marcos se lanzaron nuevamente a la política. Representando los intereses de la familia, Marcos Jr. obtuvo sucesivamente cargos a nivel local (gobernador de la provincia de Ilocos Norte) y nacional (diputado y senador). A pesar de varios intentos, no había conseguido llegar a los más altos cargos del Estado, con la esperanza de mejorar la imagen del clan, acusado de violaciones de los derechos humanos, torturas, desapariciones y malversación de fondos públicos por un valor de al menos 10.000 millones de euros durante el período de la ley marcial, de 1972 a 1984.

Gran amigo de la familia, el presidente saliente, Rodrigo Duterte, que no podía aspirar a la reelección trató sin embargo a Marcos Jr. con desprecio. Incluso se dice que le disgustó mucho ver a su hija Sara aliarse con quien calificó, sin nombrarlo directamente, de “líder débil” y “consumidor de cocaína”. No obstante, la boleta Marcos-Duterte consagró la alianza entre el norte del país y el sur (isla de Mindanao) (1), lo que le permitió corear el lema de “¡Unidad del país!” a lo largo de toda la campaña. Duterte también fue elegida vicepresidenta con una amplia mayoría (62% de los votos).

¿Tendrá el regreso de la familia Marcos un impacto en la política exterior del país y, por tanto, en la escena internacional? Durante la campaña electoral, Marcos Jr. evitó participar en la mayoría de los debates y entrevistas televisados que consideraba sesgados a favor de Robredo. Por esa razón, se difundió poca información sobre su programa. Sus contadas intervenciones mantuvieron meticulosamente un velo sobre las futuras relaciones con los dos rivales, Estados Unidos y China.

Camino propio
En una entrevista otorgada a la radio DZRH, por ejemplo, el futuro presidente consideró “ineficaz” el laudo de la Corte de Arbitraje de La Haya sobre el litigio del Mar de China Meridional del 12 de julio de 2016, aunque fuera favorable a Manila en detrimento de Pekín (2), ya que el gobierno chino nunca lo reconoció. Y añadió: “Introducir a Estados Unidos en el juego es asegurarse tener a China como enemigo. Creo que podemos llegar a un acuerdo con ella. De hecho, la gente de la embajada china es mi amiga y hablamos de todo esto” (3).

Unos días después, dio marcha atrás. Reafirmó la importancia crucial de la decisión de arbitraje que confirma los derechos marítimos de Filipinas y su firme determinación de no ver “invadido” ningún centímetro cuadrado del territorio marítimo. Por supuesto, el gobierno debería “estar en constante comunicación” con su vecino, pero con “voz firme”. Incluso aseguró que podría enviar a la guardia costera y a la marina para proteger los intereses de los pescadores filipinos.

El candidato presidencial destacó la importancia de la “relación especial” con Estados Unidos y del Tratado de Defensa Mutua de 1951, que obliga a ambos países a defenderse mutuamente en caso de que el territorio (o los símbolos del Estado, como un buque de guerra) de uno de ellos se vea atacado. Pero ante la pregunta por la posible adhesión al Diálogo de Seguridad Cuadrilateral (QUAD), considerado un arma estadounidense contra China, declaró: “Debemos trazar nuestro propio camino y, por tanto, dependerá realmente de lo que haya allí, de lo que digan estos acuerdos, […] de lo que hagan nuestros otros socios por Filipinas” (4).

Aunque muy a menudo ha sido descrito por sus oponentes como un testaferro de Pekín, su política externa podría ser más compleja y estar inspirada en la de su padre, en un contexto geopolítico (...)

Artículo completo: 2 607 palabras.

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François-Xavier Bonnet

Geógrafo, investigador asociado al Instituto de investigación Contemporánea sobre el Sudeste Asiático (Irasec), Centro Nacional de la Investigación Científica – ministerio de Relaciones Exteriores (CNRS-MAEE).

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