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En la búsqueda de estabilidad

La política israelí de los pequeños gestos

Hay que “dar un golpe sobre la mesa”: tal fue la amenaza proferida en marzo pasado por el embajador de Estados Unidos en Israel, Thomas Nides, en contra de Tel Aviv, tras haber visitado una parte de Cisjordania. La razón de su ira no concernía ni la ocupación militar de los territorios palestinos, ni la colonización galopante, ni la campaña de represión llevada a cabo por el ejército israelí contra la sociedad palestina, sino... la falta de acceso a la red móvil de cuarta generación (4G) para los palestinos. Al descubrir con consternación que estos solo tenían derecho a la red 3G, a diferencia de los colonos y la población israelí, el diplomático estadounidense exclamó: “¿Quién diablos tiene 3G? Es ridículo”. Y agregó: “¿Qué significa la igualdad? Tener 4G, eso es la igualdad” (1).

En el verano de 2021, Israel, que controla las frecuencias hertzianas y el ancho de banda de los celulares en los territorios ocupados, había afirmado estar dispuesto a permitir a las empresas de telefonía móvil palestinas instalar redes 4G en Cisjordania (por su parte, la Franja de Gaza solo goza de 2G), como gesto de buena voluntad hacia la Autoridad Palestina (AP) conducida por Mahmud Abbas. Esta “promesa generosa” apareció particularmente en el menú de las discusiones israelí-estadounidenses celebradas en Jerusalén el pasado mes de julio, durante la gira del presidente estadounidense Joseph Biden por la región. En 2015, Barack Obama había obtenido de los israelíes el paso a la red 3G en Cisjordania, que se hizo efectivo tres años más tarde. En cuanto a la red 4G, los palestinos deberán esperar al año que viene; en cambio, con respecto al “horizonte político” que reclaman (2), tendrán que esperar más...

La economía como oportunidad
Lejos de ser anecdótica, esta medida concedida por los israelíes, bajo la presión de Estados Unidos, forma parte de una serie de compromisos asumidos en los últimos meses por Tel Aviv para “mejorar” la vida cotidiana de los palestinos, a falta de volver a la mesa de negociaciones para llegar a la solución del conflicto. El exjefe de gobierno israelí Naftalí Bennett (Yamina, extrema derecha), quien dejó su puesto en junio pasado tras la caída de su gabinete de coalición formado un año antes, había destacado en repetidas ocasiones que no habría una reactivación de las negociaciones de paz, interrumpidas en 2014, “mientras el fuera primer ministro” (3). Hostil a la creación de un Estado palestino, pretendía simplemente favorecer la “estabilidad” de Cisjordania en el plano económico y securitario, a través de disposiciones destinadas en primer lugar a apoyar a la Autoridad Palestina, que enfrenta tanto la amenaza de una bancarrota financiera como una fuerte oposición interna. Esta estrategia, orientada a la “pacificación” por medio de la economía, ya había sido promovida durante los años 90 por Shimon Peres y luego por Benjamin Netanyahu. Hoy puede resumirse en un eslogan inspirado en los trabajos de Micah Goodman, un filósofo (y colono) muy conocido por el establishment israelí: “reducir el conflicto” (shrinking the conflict) (4). En ausencia de una solución política para proponer a los palestinos, se trata de mantener a flote el régimen de Abbas para evitar que se derrumbe y surja el riesgo de que estalle una nueva Intifada. Convendría entonces favorecer el desarrollo de las infraestructuras palestinas, la circulación de bienes y de las personas, así como el acceso (...)

Artículo completo: 1 757 palabras.

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