Desde los últimos meses del año 2021, el Ministerio de Educación estimuló un progresivo proceso del retorno a clases presenciales para el sistema escolar. De esta forma, los centros escolares implementaron una estrategia híbrida constituida por clases presenciales y transmisión electrónica sincrónica o asincrónica. En ocasiones los cursos fueron divididos en subgrupos, en función de las condiciones de aforo de las salas de clases. Así, los cursos volvían a clases en grupos pequeños, compartiendo el mes entre semanas presenciales y otras virtuales. Luego, desde marzo de 2022, la estrategia se transformó en el retorno masivo y obligatorio del estudiantado y del profesorado a las clases presenciales, pero con un curriculum acotado o priorizado.
En este contexto, tanto las primeras experiencias de retorno a la normalidad del año 2021, como el retorno iniciado este año, han sido bastante acompañadas por la reflexión de expertos educacionales y por las opiniones de los principales actores educativos, sociales y políticos. Entre observaciones generales y evaluaciones técnicas, se advierten las secuelas que ha dejado la pandemia en el trabajo escolar. Mostrando sus efectos más crueles en la salud mental y la convivencia escolar. A la fecha, existe un consenso en el sentido que el mayor desafío de la escolaridad post-Covid, se ubica a nivel psicosocial. En el ámbito educativo propiamente tal, se confirma que los contenidos abordados por el profesorado y los aprendizajes adquiridos por el estudiantado están débilmente tratados o muy retrasados, respecto de las exigencias que el curriculum nacional explicita a través de sus Planes y Programas de estudio. Con toda seguridad, existen muy pocas posibilidades de recuperar los contenidos y habilidades no atendidas oportunamente. Es bastante difícil pensar que el Ministerio de Educación logre instalar un mecanismo que revierta los déficits educacionales, interrumpidos por crisis sanitaria y los efectos nocivos advertidos a nivel emocional, convivencial y curricular.
Situados en estos dos últimos meses del calendario escolar, están apareciendo algunos estudios sistemáticos que dan cuenta de las tensiones, desafíos y resultados del retorno a la presencialidad, tanto en el ámbito educativo como en el psicosocial, incluyendo los efectos en el estudiantado y en el profesorado. Aunque con un espantoso retraso burocrático de al menos siete meses, también se aprecia que los centros educativos están comenzando a recibir apoyo concreto.
No obstante, tal como ha ocurrido desde su creación, sobre los programas de educación de personas jóvenes y adultas que, por diferentes motivos, no han logrado (…)
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