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Qué nos enseña la crisis de los misiles de 1962

Al borde del abismo nuclear

En tiempos en los que el mundo sufre nuevamente una amenaza nuclear por la guerra en Ucrania, resulta útil repasar los acontecimientos de la crisis de los misiles que en 1962 llevó a Estados Unidos y a la Unión Soviética al borde de un enfrentamiento con armas atómicas

Existe un amplio consenso entre los historiadores respecto a que el conflicto generado en octubre de 1962 por la instalación de misiles soviéticos en Cuba fue el momento en que la Guerra Fría estuvo más cerca de convertirse en un enfrentamiento directo entre las dos grandes potencias, Estados Unidos y la Unión Soviética.

El escenario en el que hay que ubicar estos acontecimientos estuvo provocado por el triunfo de la Revolución Cubana a principios de 1959, y su impacto sobre el mundo en general y sobre Estados Unidos en particular. El establecimiento de un régimen que progresivamente viraba hacia posiciones de izquierda, ubicado a pocos kilómetros de las costas estadounidenses, despertó una inocultable inquietud en la Casa Blanca; la documentación disponible muestra que a los seis meses del triunfo de la Revolución comenzaron a elaborarse planes para acabar con ella. La manifestación más espectacular de estos intentos fue el adiestramiento y financiamiento por parte de la CIA de un contingente de exiliados cubanos que el 16 de abril de 1961 llevó adelante un fracasado desembarco en la Bahía de Cochinos, fácilmente neutralizado en un par de días por las tropas cubanas. Esta operación fue impulsada antes de las elecciones presidenciales por el presidente saliente, Dwight Eisenhower, y se concretó muy pocos meses después de haber asumido el triunfador en los comicios, el demócrata John Fitzgerald Kennedy, quien, al igual que su adversario, el republicano Richard Nixon, había destacado durante la campaña electoral el peligro que representaba el gobierno de Fidel Castro.

Los sucesos de Bahía de Cochinos no solo agravaron las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, sino que aceleraron el acercamiento entre la isla y la Unión Soviética, que le suministró armas y asistencia técnica, e incrementó su cuota de adquisición de azúcar, principal producto de exportación cubano. Con el objetivo de derrocar el régimen de Fidel Castro, el gobierno estadounidense, lejos de llamarse a sosiego, adoptó medidas que iban desde el bloqueo económico hasta la presión diplomática sobre los países latinoamericanos para lograr la expulsión de Cuba de la Organización de los Estados Americanos (OEA), lo que se concretó en la Conferencia de Punta del Este de febrero de 1962. La CIA lanzó la denominada “Operación Mangosta”, una serie de sabotajes y atentados contra Cuba. La situación se fue agravando hasta el punto de que los analistas pensaban que no podía descartarse una invasión, como tampoco el hecho de que la Unión Soviética se manifestara dispuesta a defender a su nuevo aliado.

Días frenéticos

Lo que desencadenó el conflicto fue la decisión del líder soviético Nikita Jruschov de enviar en secreto –ni siquiera el embajador soviético en Estados Unidos Anatoly Dobrynin estaba enterado– misiles nucleares de alcance medio, que podían ser lanzados sobre la mayor parte de las ciudades estadounidenses. En sus memorias, Jruschov sostiene que la idea fue concebida en ocasión de un viaje oficial a Bulgaria en mayo de 1962. Contra la opinión de varios dirigentes del Kremlin, que expresaban dudas respecto a que la operación pasara inadvertida, Jruschov logró la aprobación muy meditada– de Fidel Castro, y la denominada “Operación Anadyr” se puso en marcha: más de 45.000 hombres y 230.000 toneladas de carga fueron trasladados a Cuba a lo largo de 45 días.

Las razones de esta audaz operación fueron explicadas por el propio líder soviético: en principio, se (...)

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Jorge Saborido

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