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En clave autogestionada y de solidaridad

Chile explora un modelo cooperativo para construir viviendas

El movimiento cooperativo tiene su origen hace 170 años en el mundo, y hasta hoy sigue siendo relevante para el desarrollo social y económico de varios países. Así lo muestra, la experiencia europea, donde las cooperativas se han consolidado, junto a otros actores de la economía social, como un polo de bienestar social y de desarrollo económico. Las cooperativas fueron en su origen una respuesta frente a nuevos procesos económicos, sociales y culturales, marcados por el impacto de la Revolución Industrial.

En Chile el movimiento cooperativo surge al igual que en la mayoría de Latinoamérica, como una manifestación del movimiento obrero. Nace específicamente como respuesta ante el sistema excluyente e inequitativo existente.

Las primeras Cooperativas en Chile, se forman en Valparaíso en 1887. Posteriormente, el gobierno de Frei Montalva promovió el cooperativismo al considerarlo un instrumento válido para las políticas reformistas desde el Estado. Sin embargo, la llegada de la dictadura militar en Chile tuvo como consecuencia la involución del movimiento, causado en parte por las medidas de represión, eliminación o control de los movimientos populares.

Con el modelo neoliberal, la vivienda pasó a ser un bien de consumo regulado por el mercado. Esto llevó a concebir un nuevo concepto de vivienda como un bien que debe ser adquirido por las familias a través del esfuerzo y el ahorro en donde es el mercado quien asigna los recursos y el Estado solo se limita a subsidiar, regular y fomentar la iniciativa privada. De esta forma se construye el famoso “sueño de la casa propia” instalando la vivienda en un sentido de propiedad privada y dejando de lado el modelo de cooperación. La dictadura trajo un quiebre profundo en el desarrollo social, económico y político. Incentivó la masificación de vivienda social en propiedad individual, basado en el modelo ABC (ahorro, bono -subsidio- y crédito). La reforma neoliberal autoritaria se hacía notar, se invalidaron las experiencias previas de cooperativismo en vivienda, y la producción de vivienda social en propiedad empezó a mostrar una serie de problemas de precariedad física y urbana, creció el descontento social por la calidad y nula localización.

Durante las últimas décadas, el sector cooperativo ha operado de forma más bien autónoma y con una baja prioridad por parte del Estado. Luego de 10 años de tramitación, en 2003 se promulgó la actual Ley General de Cooperativas, que regula el funcionamiento de las cooperativas en distintos rubros, entre ellas las cooperativas abiertas (mínimo de 200 socios y duración indefinida) y cerradas de vivienda (tienen límite máximo de socios 200 y de capital) En la actualidad existen solamente tres cooperativas abiertas activas, todas ellas surgidas en la década del 70: CONAVICOOP, PROVICOOP y VIMACAUCOOP.

Respecto a las cooperativas cerradas, en 2017 se abrió una nueva ventana hacia el avance de la autogestión, cuando el Ministerio de Vivienda abrió un llamado especial a iniciativas piloto en que Cooperativas Cerradas de Vivienda pudieran construir con subsidios de vivienda social del D.S.49, pudiendo las cooperativas actuar en el rol de Entidad Patrocinante EP, y así tener mucho más control sobre el proceso de diseño y gestión de los conjuntos habitacionales. De esta iniciativa piloto surgieron los proyectos de Ñuke Mapu, Paihuén y Yungay, que se encuentran en desarrollo actualmente.

En este marco, aparecen muchos grupos autogestionarios, con un discurso sobre el Derecho a la Ciudad, y a la vivienda digna. Realizando acciones alternativas de producción habitacional. Este nuevo poblador, es un sujeto que no se asume a sí mismo como beneficiario de (...)

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Carolina Contreras Ossa

Arquitecta.

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