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Frente a los manifestantes, una represión desunida

¿Divisiones en el poder iraní?

En su ensayo sobre “La tiranía” (1), el poeta y ensayista Joseph Brodsky recomendaba, para la elección de un tirano, inclinarse por uno anciano. El maestro petersburgués postulaba, entre otras cosas, que dado el tiempo que pasa preocupándose por su metabolismo, un dictador anciano se ocupa en menor medida de los asuntos del Estado. ¿Valdrá esta sugerencia para Ali Khamenei, guía supremo de la Revolución y de la República Islámica iraníes desde 1989, que pronto cumplirá ochenta y cinco primaveras?

Es lo que se podría desprender de la aparente conmoción del Guía ante la sucesión de levantamientos desencadenados, en todo Irán, por la muerte de Zhina (Mahsa) Amini a manos de la policía de la moralidad (Gasht-e Ershad), el pasado 16 de septiembre (2). Durante esas semanas decisivas, pareció superado por los acontecimientos, hasta que sus fuerzas del orden, el 26 de octubre, comenzaron a disparar balas verdaderas sobre las manifestaciones, mientras la violencia alcanzaba los lugares sagrados del país. Así, si bien el atentado contra el santuario chiita Shah e-Cheragh en Shiraz, el 27 de octubre, fue inmediatamente atribuido a la organización del Estado Islámico (EI) por las autoridades, parte del movimiento de protesta lo interpretó como un intento de desacreditarlo y de atemorizar a la sociedad. De hecho, los homólogos de Ali Khamenei en la alta jerarquía religiosa lo vieron claro, y algunos incluso le atribuyeron una responsabilidad directa en las represiones. Y mientras que algunos le reprochaban haber traicionado el modelo del profeta Mohamed (“Mahoma”), recurriendo a una violencia letal a gran escala contra una población musulmana (3), otros clérigos exigían su enjuiciamiento, un hecho sin precedentes en los anales de la República Islámica. Entre estos: Mowlavi Abd Al Hamid Esma‘ilzeyi, imán sunnita de Zahedán, en territorio baluchi, en el extremo sureste, convulsionado por el “Viernes negro” del 30 de septiembre, en el transcurso del cual 91 manifestantes pacíficos (35 según las fuentes oficiales) fueron abatidos en su ciudad (4).

Grietas entre los clérigos

Ciertamente, estas grietas de la instancia clerical no son nuevas, en un país donde las instituciones chiitas mayoritarias y sunnitas minoritarias, a menudo apoyadas sobre poderosas fundaciones piadosas, disponen de un abanico de recursos que les permiten un relativo pluralismo. La novedad es el temor que manifiesta una parte del clero de ver la conjunción de insurrecciones (en persa, khizesh) urbanas del que Irán es escenario, escapar a todo control.

Si el poder religioso reaccionó con una habitual ausencia de unidad, ¿qué sucedía con las Fuerzas Armadas y las fuerzas del orden –en particular con los Guardianes de la Revolución, a cargo del control social y político de la población, y de su cuerpo de Basich (“Movilización”)? Lo que sorprendió por parte de estas fuerzas es una combinación de violencia extrema, como en Zahedán, y de laissez-faire. Efectivamente, muchos observadores notaron dos cosas: por un lado, que la represión se militarizaba (algunos movimientos multitudinarios fueron blanco de disparos de armas de guerra); por otro, que a pesar de estar infiltradas por hombres de civil, muchas manifestaciones y ocupaciones de barrios proseguían el mismo día, para la celebración del cuadragésimo día (chehelom) tras la muerte de Zhina-Mahsa (5), mientras las fuerzas del orden retrocediendo de plaza en plaza ante una multitud desarmada.

Hay varias explicaciones para esta aparente contradicción. Una de ellas se refiere al modo de reclutamiento y de funcionamiento que durante mucho tiempo fue el de la “Legión” (sepah) de los Guardianes, en el origen de grandes disparidades locales. Efectivamente, en tiempos de paz, los soldados voluntarios a menudo hacían carrera en el seno de unidades acantonadas en su lugar de origen (salvo en las fronteras, así como en Teherán, la capital, en donde aún se encuentra apostado personal proveniente de otras regiones) (6). La ventaja es la camaradería de estas unidades de fuerte perfil comunitario, valiosa en tiempo de (...)

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Stéphane A. Dudoignon

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