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Las exigencias de la democracia

Sin participación no hay nueva Constitución

Parece absurdo, y una pérdida de tiempo. Pero lamentablemente es necesario insistir, una y otra vez, en que una Nueva Constitución sólo puede nacer desde la soberanía democrática del pueblo de Chile, mediante un órgano electo para ese fin. Olvidar este principio es caer en la banalidad y mortifica la grandeza del tema en cuestión.

La democracia exige seriedad, como sabemos. Esto es válido y exigible a unos cuantos parlamentarios, y grupos como “Amarillos”, que parecen dispuestos a rebajar el nivel de la deliberación a una cuestión de intereses electorales inmediatos y temen volver a las urnas. Elevémonos, al menos por esta vez, por encima de tanta estratagema mediocre para tomar la verdadera senda de la democracia, que no teme aventurarse por caminos desconocidos, sin defensores ni custodios, a riesgo de obligarnos a cambiar nuestras falsas seguridades y certezas por la esperanza nunca muerta de construir otros mundos, siempre posibles y deseables en donde vivir.

1. ¿Una democracia sin demos?

La pregunta que instaló el plebiscito del 4 de septiembre radica en cómo proseguir con el inevitable camino hacia una Nueva Constitución. Parece una pregunta compleja, pero si se es fiel a lo que el pueblo ha expresado hasta ahora, algunas pistas ya están claras.

En primer lugar, el plebiscito del 2020 dejó patente el rechazo, por un 81% de los votos, a una Convención mixta, designada en parte por el Congreso. Existe un claro mandato: la Nueva Constitución debe surgir de un órgano participativo, un espacio constituyente que se valide mediante un método representativo que tenga legitimidad ciudadana y permita la expresión de la diversidad.

En segundo lugar, los límites o “bordes” de la discusión ya están bastante definidos: por el borde derecho está la actual Constitución y por el borde izquierdo la propuesta plebiscitada en septiembre de 2022. Un proceso deliberativo ya cuenta con estos límites y todo el proceso de negociación necesariamente deberá buscar un punto de acuerdo entre estos criterios. De alguna manera, en términos de derechos fundamentales y contenido de fondo, todo ya está dicho y argumentado, lo que falta es decidir y concordar.

Para ello se deberá desdramatizar la discusión constitucional, de modo que la crítica a las ideas políticas diferentes no implique su descalificación. El principal deber político en este momento, inevitable en la búsqueda de la Nueva Constitución, consiste en resistir a la tendencia a confundir las propias convicciones ideológicas con una condición de superioridad moral e interpretar la discrepancia en términos de mala voluntad. Para no repetir la fallida experiencia anterior, un estándar democrático mínimo exige que los actores que busquen (...)

Artículo completo: 1 372 palabras.

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Álvaro Ramis

Rector de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano.

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