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Reflexión sobre la solidaridad internacional

Ayuda humanitaria: una financiación para repensar

La contribución necesaria para hacer frente a las situaciones de emergencia en el mundo solo es proporcionada cada año de manera parcial y selectiva por una veintena de países. Obligadas a buscar financiación adicional, las organizaciones no gubernamentales occidentales dependen cada vez más de los donantes privados, mientras que las de los países afectados permanecen marginadas.

Lo repentino, violento y devastador de la guerra en Ucrania ha sumido al mundo entero en la conmoción, planteando interrogantes acerca del financiamiento de las nuevas emergencias y el posible impacto en el sistema humanitario mundial. En efecto, el conflicto surgió en un momento en el que muchas otras crisis masivas y duraderas siguen sin resolverse e incluso tienden a olvidarse.

En 2020, 243 millones de personas (82 millones de las cuales se vieron obligadas a desplazarse), repartidas en 75 países (Sudán del Sur, República Democrática de Congo, República Centroafricana, Etiopía, Somalia, Siria, Yemen, Bangladesh, Haití y Venezuela, entre otros) sobrevivieron gracias a la ayuda internacional de emergencia. Esta situación se vio agravada por la pandemia de Covid-19, que por un lado deterioró la situación económica, sanitaria y nutricional de los países más pobres, sumiendo a 19 millones de personas en una necesidad de asistencia humanitaria inmediata; y por otro provocó la tentación de los países donantes de retraer su ayuda, deseosos de dar prioridad a las consecuencias de la propia crisis sanitaria.

La invasión a Ucrania por parte de Rusia el 24 de febrero de 2022 ha puesto en peligro a los países pobres y presionado el Programa Mundial de Alimentos (PAM), el organismo de las Naciones Unidas que encabeza la respuesta al problema del hambre. Varios fenómenos explican la fuerte caída de suministros que han experimentado algunos países: el aumento del precio del trigo, que pasó de 250 a 400 dólares la tonelada en pocas semanas; el aumento del precio de los fertilizantes nitrogenados, estrechamente ligado al precio del gas necesario para su producción; el aumento de tarifas de los fletes marítimos y la congestión de los puertos, vitales para el transporte de los productos agrícolas (1).

Sin embargo, las contribuciones de los Estados están resultando muy insuficientes para cubrir las necesidades humanitarias, que aumentan a medida que se multiplican las guerras y las crisis de todo tipo. Esta carencia exige una reflexión sobre la solidaridad internacional de emergencia: ¿Cómo funciona este sistema? ¿Cuáles son sus defectos y cómo remediarlos?

Cada año, las Naciones Unidas lanzan un llamamiento coordinado indicando los fondos necesarios para responder a las diferentes situaciones de crisis humanitaria. Y cada año comprueban que hay un desajuste importante entre los fondos solicitados y las contribuciones públicas que realmente se obtienen. La cantidad necesaria casi se ha cuadruplicado entre 2009 y 2022, pasando de 9.000 millones a 40.000 millones de dólares. Sin embargo, de forma relativamente estable, solo el 60% de las cantidades requeridas son finalmente pagadas por los países contribuyentes. La excepción fue 2020, cuando por primera vez en más de diez años esta proporción cayó por debajo del 50% (2).

Ese mismo año, de los 9.500 millones de dólares que se consideraron necesarios para luchar contra los efectos del Covid-19, solo se desembolsaron 3.800 para ayudar a los países pobres. Una suma irrisoria si se la compara con las inyectadas para reactivar las economías occidentales desestabilizadas por la crisis sanitaria: 1,9 billones de dólares para Estados Unidos, 900.000 millones para la Unión Europea. En octubre de 2020, la directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva, llegó a anunciar que “los gobiernos (de los países occidentales) habían pagado alrededor de 12 billones de dólares en ayudas a hogares y empresas” (3). Para 2023, la ONU ha lanzado un llamamiento récord de 51.500 millones de dólares. Eso es apenas el 11% del volumen de negocios de Amazon, o la mitad del beneficio neto de Apple; y sin embargo es casi seguro que estas necesidades no se cubrirán.

Una estructura global

Para comprender este fracaso es necesario analizar la identidad de los países donantes, la estructura global de los ingresos entre fondos privados y fondos públicos y, finalmente, la identidad de los países receptores. Estos diferentes elementos esclarecen el “proceso” humanitario: traducen sus principales tendencias y, al mismo tiempo, (...)

Artículo completo: 2 215 palabras.

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Pierre Micheletti

Presidente de Médicos del Mundo (MDM).

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