Nacido en Estados Unidos hace unos quince años, el “cine de impacto” se expande por Europa. Su objetivo proclamado es cambiar el mundo a través de documentales “comprometidos”. Nada realmente nuevo. Sin embargo, lo que sí es nuevo es el marco y los medios. Porque el “compromiso” está aquí focalizado, identificado con un mensaje preciso, y la película será objeto de una campaña dirigida a un público útil para su causa. Se trata de “preguntarse quién debe ver esta película para crear un cambio duradero” (1). En otras palabras, maximizar su “impacto”. Cara Mertes, que empezó como productora en P.O.V (Point of View), el programa documental más antiguo de la televisión pública estadounidense (Public Broadcasting Service, PBS), ha desempeñado un rol fundamental en la invención de este nuevo género: “La llegada de las cámaras de mano en los años 60 y 70 permitió a los documentalistas explorar los movimientos antibelicistas, antinucleares, anticolonialistas, de lucha por la justicia racial y por los derechos de la mujer, etc. Todo adquirió una nueva dimensión con Internet y las redes sociales –comenta–. En 2006, creé el Documentary Film Program en Sundance (2) para hacer de la narración creativa una fuerza transformadora –llamada “impacto”– y luego llegué a la Fundación Ford en 2013 (3), donde financié una amplia red de organizaciones, entre ellas DocSociety” (4).
La campaña de impacto
Fundada en 2005, esta “organización de emprendimiento social”, apoyada inicialmente por la cadena pública británica Channel Four bajo el nombre de Britdoc Foundation, se ha convertido en la cabeza de puente para el despliegue de este pensamiento. Con decenas de millones de dólares recaudados tanto para películas como para “campañas de impacto”, una guía de 408 páginas traducida a siete idiomas, una academia y doce películas nominadas a los Oscar, DocSociety es una fuerza ineludible y se dice que 55.000 cineastas utilizan sus recursos. Pero quizás sea la invención del concepto Good Pitch el emblema de su enfoque. La idea es combinar “el idealismo de los artistas con la capacidad de quienes pueden hacer que las cosas sucedan”, precisa el sitio. “Se presentan entre cinco y diez proyectos ante 200 personas, ONG, fundaciones, medios de comunicación, responsables políticos y distribuidores –explica Madeleine Leroyer, cuya película #387, disparu en Méditerranée (2019) fue seleccionada para el Good Pitch Europe 1998–. Si les interesa, se mueven y dicen qué proyecto pretenden financiar”. Actualmente hay 54 programas de Good Pitch en el mundo y la idea ha inspirado a más de uno: el festival de cine documental de Biarritz (Fipadoc) ofrece su versión “adaptando las herramientas de DocSociety a los proyectos francófonos”, según su directora, Anne Georget. También está el foro Pitching de Salónica, el Take on film & impact del festival Movies That Matter de La Haya o el festival de derechos humanos Impact Days de Ginebra. “Queremos estructurar y profesionalizar el cine comprometido -explica Laura Longobardi, responsable de impacto del Festival Internacional de Cine de Derechos Humanos (FIFDH)–. Aquí, en Ginebra, tenemos 750 ONG con recursos por un lado y cineastas que los buscan por el otro.”
Los vínculos entre estos mundos son los 450 impact producers de los 60 países reunidos en la Global Impact Producers Assembly (GIPA). Una de ellas (el 98% de la profesión es femenina), Marion Guth, trabaja en Luxemburgo. “Fue la película Zero Impunity, que se estrenó en 2019, la que me introdujo en el impacto. Trabajamos con medios de comunicación internacionales que publicaban investigaciones sobre el tema [violaciones en tiempos de guerra] junto con el documental”, explica. En Quebec, su homóloga Karine Dubois se enfocó en la explotación sexual de menores. Para Trafic (2019), combinó su documental con una serie web y un podcast, cada uno con un tono diferente, tras estudiar los (…)
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