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Las plataformas digitales son usadas para ejercer formas de violencia

Las redes y los discursos de odio contra las mujeres

Aunque no hay una definición universal, algunos países sancionan los discursos de odio en sus códigos penales y promueven la educación para prevenir su uso y concienciar sobre sus consecuencias negativas para la promoción de los derechos humanos y el fortalecimiento de las democracias.

Las narrativas de odio tienen un denominador común: la discriminación. Es decir que “a pesar de no existir consenso sobre la definición exacta de discurso de odio, sí hay acuerdo sobre el hecho de que toda expresión de odio debe ser discriminatoria hacia otras personas, a las que se percibe como diferentes, “los otros”, y que sea así por razón de su origen, religión, género, orientación sexual, u otras características o condiciones personales” (1). Al mismo tiempo, estas narrativas discriminatorias pueden ser una antesala de actos de violencia que se hacen efectivos en el plano físico y que, en la actualidad, encuentran su amplificación especialmente a través de las plataformas digitales. “Aunque no todos los mensajes de odio dan lugar, en la práctica, a delitos motivados por prejuicios, esos delitos rara vez se producen sin una estigmatización y deshumanización previas de los grupos afectados y una incitación al odio de sesgo religioso y racial” (ONU, 2015)(2).

Debido al incremento del clima de polarización a nivel global, en especial en las redes sociales, la ONU lanzó el año 2019 el Plan de Acción contra el Discurso de Odio; al que define como “cualquier tipo de discurso, escrito o conductual, que ataca o usa lenguaje peyorativo o discriminatorio hacia una persona o grupo sobre la base de lo que son”.

La lucha por la promoción y ampliación de los derechos de las mujeres y niñas no han sido una excepción a la hora de recibir ataques mediante narrativas de odio. La manipulación de la información, insultos, descalificaciones y amenazas se han vuelto cada vez más comunes en el debate público, y muchas mujeres han debido evaluar el precio de manifestarse libremente y tomar medidas preventivas para evitar ser objeto de agresiones.

La situación se agrava cuando líderes de opinión legitiman estos discursos y facilitan su normalización. Recordemos cuando en plena campaña electoral para la segunda vuelta presidencial, el diputado electo, Johannes Kaiser, cuestionó el derecho a voto de las mujeres e incluso alentó las violaciones.

Si bien hay cada vez más conciencia del efecto de las narrativas discriminatorias, intervenir normativamente es complejo dado que “en la medida en que la doctrina de la libertad de expresión (particularmente a nivel regional) señala que los discursos deben ser tolerados casi en todas sus expresiones; sólo podría haber prohibición de discursos que inciten en forma directa a la violencia o al odio” (3). Por eso, más allá de las penalizaciones y sanciones, es importante la promoción de la educación mediática, como una estrategia para la entrega herramientas conceptuales y prácticas que permita a la sociedad en general y, las y los profesionales y trabajadores de la comunicación, en particular, conocer las definiciones y consecuencias de utilizar y difundir narrativas de odio, de modo de comprender hasta dónde puede llegar la revictimización de una mujer o disidencia, la difusión de un prejuicio o de un estereotipo de género.

Contra las mujeres

En los últimos años, destacan en el país hitos relevantes de ciberactivismo que han permitido abordar el (…)

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Carolina Montiel* y Rocío Alorda*

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