Fortalecido por el apoyo de Turquía e Israel, Azerbaiyán alterna ofensivas militares y demostraciones de fuerza contra Armenia. Su objetivo: la reintegración en su seno del Alto Karabaj, un enclave armenio inserto en su territorio que Bakú reconquistó parcialmente en 2020. En Ereván temen que las pretensiones territoriales del presidente Ilham Aliyev se extiendan al sur del país.
A cuatro horas en auto de Ereván, capital de Armenia, la pequeña ciudad de Goris vive una agitación inusual. Esta puerta de entrada a la región de Syunik, en el sur del país, recibe, a comienzos del mes de enero, cientos de habitantes del Alto Karabaj. Este enclave, poblado de armenios y situado en territorio azerbaiyano, se encuentra desde hace cerca de tres meses aislado del resto del mundo. El 12 de diciembre de 2022, unos presuntos militantes ecologistas llegados de Azerbaiyán instalaron su campamento en medio del corredor de Lachín, la única vía que une al Alto Karabaj con Armenia. Se oponen supuestamente a la explotación de una mina ilegal de oro, pero la operación sirve en realidad de excusa para un bloqueo apoyado por los militares azerbaiyanos.
La primera guerra
En la parte alta de la ciudad se erige el hotel Goris. Cerca de la recepción, hay bolsos apilados al lado de las familias que esperan ser transferidas hacia otro hotel. Las noticias que llegan de sus parientes prisioneros del enclave atestiguan de una crisis humanitaria alarmante: las autoridades locales implementaron allí tickets de racionamiento para alimentos y reparten a cuentagotas los consumos de electricidad, de gas y de Internet para hacer frente a los cortes regulares que impone Bakú (1). La mayor parte de las escuelas cerraron. Con un pie enyesado, sentada en un sofá de cuero en la entrada, Mariana, una habitante de Stepanakert, suspira: “No veo la hora de volver”. Una pareja de ancianos quiere creer que “la ruta va a reabrir pronto”. Los altoparlantes pasan música tradicional armenia para levantar el ánimo de las tropas durante el almuerzo.
El cerco se cierra alrededor del Alto Karabaj, que Bakú pretende reintegrar en su seno. Durante el período soviético, esta región gozaba de un estatuto de autonomía en el seno de la República Soviética de Azerbaiyán. En 1991, cuando la URSS implosionó, el Alto Karabaj proclamó su independencia, provocando la primera guerra armenio-azerbaiyana (1991-1994). Al ocupar siete distritos adyacentes del enclave, Ereván se puso entonces en situación de protector de la entidad secesionista, ejerciendo al mismo tiempo de facto una tutela sobre su gobierno local. Bakú denunció una violación del derecho internacional, que reconocía las fronteras soviéticas como base de los nuevos Estados independientes. Pero tras años de estancamiento del proceso de paz y valiéndose del apoyo militar de Turquía, Bakú decidió en septiembre de 2020 lanzar su ejército a la reconquista de los territorios perdidos.
Bajo la presión de Moscú, el presidente azerbaiyano Ilham Aliyev renunció a apoderarse de Stepanakert, capital del Alto Karabaj. El 9 de septiembre de 2020, un acuerdo tripartito de cese el fuego, firmado entre Armenia, Azerbaiyán y Rusia, autorizó el despliegue de una fuerza de intervención rusa alrededor del enclave, con un tercio de su superficie amputada. Moscú despachó 2.000 soldados, para proteger entre 55.000 y 120.000 armenios del Alto Karabaj (2) y asegurar la seguridad del corredor de Lachín. Un golpe maestro para Moscú, que reafirmó así su posición de gendarme en el Cáucaso, a la vez que marginó al Grupo de Minsk (copresidido por Rusia, Estados Unidos y Francia), hasta ese entonces a cargo de la solución del conflicto.
Este statu quo es actualmente cuestionado. Para el primer ministro armenio Nikol Pashinián, la política de Bakú se asemeja a un “intento de limpieza étnica”, tras declarar las autoridades azerbaiyanas que “la ruta no está cerrada para aquellos que no quieren convertirse en ciudadanos de Azerbaiyán”. Por ahora, sólo los vehículos de la Cruz Roja Internacional entran y salen del enclave. Muchos temen que el corredor no se abra más que como un boleto de ida sin retorno hacia un exilio definitivo. “Los azerbaiyanos van a continuar haciendo presión hasta que la población salga a cuentagotas, los más vulnerables primero”, analiza Valentin Mahou-Hekimian, coordinador regional del Cáucaso Sur para la asociación Médicos del Mundo.
Retroceso de soberanía
El bloqueo de Lachín tiene como telón de fondo la negociación de un acuerdo de paz global. (…)
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