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El protagonismo de China en las encuestas

La felicidad, ¿un asunto de Estado?

Hace quince años, en enero de 2008, el presidente francés Nicolas Sarkozy les encomendó a reputados economistas, entre ellos Joseph Stiglitz, la tarea de reflexionar acerca de la medición de los rendimientos económicos y el progreso social. Su ambicioso informe recomendaba reorientar las políticas públicas hacia el bienestar y la sustentabilidad medioambiental sin descuidar el nivel de vida de las poblaciones (1). Una de las medidas consistía en tener en cuenta los ingresos medianos (el nivel por debajo del cual se sitúa la mitad de la población) en lugar del sacrosanto Producto Interno Bruto (PIB), que mide la riqueza producida en un año, independientemente de su efecto beneficioso o perjudicial para las sociedades.

Como podía esperarse, esta “revolución” estadística no se produjo, y los dirigentes siguen con la mirada fija en el agregado estrella de sus cuentas nacionales. Aunque el informe Stiglitz tuvo escasa repercusión política, contribuyó al éxito de una disciplina: la economía de la felicidad (2). Su indicador se obtiene de manera muy sencilla, ya que cada encuestado determina en un cuestionario su nivel de satisfacción con la vida en una escala que suele ir del 0 al 10. De este modo se pueden clasificar países, regiones o ciudades, pero también grupos sociodemográficos, y correlacionar el resultado obtenido con numerosos factores, sobre todo socioeconómicos.

El “Informe Mundial sobre la Felicidad”, que simboliza este enfoque al más alto nivel, proviene de la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas y de socios privados como la fundación Izly. Se basa en una encuesta realizada anualmente desde 2012 en 135 países por el Gallup World Poll (3). Cada año, se publica el 20 de marzo, fecha del “Día Internacional de la Felicidad”, proclamado en 2012 por la Asamblea General de las Naciones Unidas. Sus promotores, los académicos Richard Layard y Jeffrey Sachs, dirigen una vasta red mundial de economistas, que recurren tanto a la econometría –con la ecuación de la felicidad, que permite determinar el “peso” relativo de los diferentes factores– como a la neurociencia y a la psicología experimental. Los medios de comunicación se centran en el liderazgo mundial de Finlandia, pero la evolución detallada y las conclusiones científicas, aunque a menudo instructivas, pasan a un segundo plano.

Unos bajan, otros suben

Por ejemplo, entre 2012 y 2023, el nivel medio de satisfacción bajó de 7,3 a 7 en América del Norte, Australia y Nueva Zelanda, mientras que tanto en Europa Occidental como en América Latina y el Caribe se mantuvieron estables en 6,9 y 6, respectivamente. En Europa Central y Oriental, así como en Asia Oriental, hubo un aumento de 5,4 a 6,1 y 5,9 respectivamente, comparable al aumento más sorprendente de la Comunidad de Estados Independientes (incluidos Rusia y Ucrania) de 5,1 a 5,6. Mientras que el África subsahariana sube ligeramente, el Sur de Asia baja, al igual que Medio Oriente y Asia Central. Francia, por su parte, lleva muchos años rondando el 6,7 y el vigésimo puesto mundial.

Aunque la prosperidad compartida no conduce a la satisfacción subjetiva, sí contribuye significativamente a ella: los países más ricos e igualitarios muestran los mejores rendimientos globales, mientras que los países en crisis y con desigualdad muestran los peores. De todos modos, los discursos triunfalistas occidentales sobre (...)

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Frédéric Lebaron

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