Antes del estallido social de octubre de 2019 y de los nefastos impactos de la crisis sanitaria, las cifras nacionales de abandono escolar en educación básica y media, si bien no eran altas en comparación con la región Latinoamérica, igualmente daban cuenta de una problemática educativa crítica y no resuelta. Pese a que los datos mostraban una muy leve tendencia a la disminución de estudiantes que abandonaban los recintos escolares.
De hecho, anualmente alrededor de 140 mil niños, niñas y adolescentes, que, teniendo edad escolar, se encontraban fuera del sistema escolar regular. Sin embargo, a partir de la educación no presencial y el teletrabajo, las cifras de abandono escolar se incrementaron a 187 mil estudiantes que anualmente dejan de asistir a los centros educativos, tal como se advirtió en el año 2020.
La investigación educativa nacional e internacional ha profundizado la identificación y caracterización de los factores y motivaciones que están asociadas al abandono escolar y al paulatino proceso de alejamiento de la escuela. Pero, contradictoriamente o se ha prestado similar atención a las experiencias educativas de reescolarización de la población infantil y juvenil.
En Chile, desde hace al menos dos décadas, prácticamente todos los programas que apuntan a la reinserción de niños, niñas y adolescentes que, por diversos motivos, han dejado de asistir a la educación regular, han sido incorporados directa o indirectamente a la oferta educativa de la Educación de Adultos que dispone el Ministerio de Educación. Es decir, debido a la ausencia de una modalidad específica que atienda las necesidades escolares de este estudiantado, los programas de Adultos, conocidos como EPJA han debido flexibilizar las edades de ingreso o levantar experiencias piloto para atender las necesidades educativas del estudiantado menor de 18 años que están excluidos del sistema de educación regular.
Es así como, desde el año 2005, el Ministerio de Educación ha implementado variadas iniciativas y estrategias para que esta población infantil y juvenil retome su ciclo educativo. Pese a los esfuerzos desarrollados en estos programas, los antecedentes oficiales muestran que todavía persiste la dificultad casi estructural para que esta población complete exitosamente la escolaridad obligatoria y así cumplir con el mandato del “derecho a la (...)
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