Pedagogos de renombre internacional, Célestin y Élise Freinet produjeron gran número de escritos teóricos. Pero sobre todo pusieron en práctica sus ideas, en particular fundando la escuela que abrieron en 1934 en la localidad francesa de Vence. En ese centro sin una verdadera aula ni pupitres alineados frente a una pizarra, las sanciones se votan en asamblea general y cada uno debe trabajar de forma autónoma.
La pedagogía inspirada en Élise y Célestin Freinet no es un método y tampoco una técnica ajenos a la política. Es el producto de un cruce entre datos materiales, reflexiones teóricas y posiciones ideológicas. En otras palabras, no existe una “pedagogía Freinet” lista para usar, sino más bien un camino hilvanado con ideales sociales y políticos al servicio de los cuales se experimentan técnicas. Y para seguir este recorrido hay que echar mano de los artículos publicados en revistas.
La colaboración de Célestin con L’École émancipée (1) duró hasta 1934, año en que se desvinculó de la revista por diferencias con ella. Se puede considerar que este maestro y pedagogo concentró en ese lapso de tiempo la mayor parte de sus reflexiones teóricas. En 1922-1923, comenzó a compartir las experiencias pedagógicas que iba descubriendo. Por ejemplo, el funcionamiento de las escuelas en la comarca de Altona, en Prusia. Se entusiasmaba con las condiciones materiales en las que trabajaban los niños, con la adaptación del mobiliario escolar a su estatura y con la libertad que se daba a los profesores en sus prácticas. Pero fue su viaje a Rusia (1925-1927) el que más reflexiones le inspiró: dieciocho artículos. Alabó “el hermoso camino” que tomaba el país, es decir, el hecho de que la revolución hubiera dado a la escuela una visión y un objetivo que alcanzar: la liberación del ser humano en una nueva sociedad. Sacó de ahí los elementos definitorios de una escuela del pueblo y de una pedagogía proletaria. Observó en Rusia la escuela como un laboratorio de trabajo, con la individualización del quehacer de los niños y el enfoque puesto en la libertad y el autogobierno, experimentado como una forma de vida social y política. Toda la clase estaba activa, se habían suprimido los exámenes y se priorizaba el trabajo al aire libre, manual, industrial y agrícola, así como la coeducación. Célestin confesaba su “admiración”: “La escuela rusa, que está viva, no es neutral ni política ni religiosamente. Prepara lealmente al ciudadano de la República de los Trabajadores y al hombre ajeno a la religión que será capaz de echar del templo a los popes adormecedores del proletariado”.
De ahí la necesidad de continuar los esfuerzos para “preparar el advenimiento de la escuela popular”, escribió en 1925. No hay que imaginarse la política escolar rusa de aquellos años como una vasta empresa de propaganda bolchevique. En la década de 1920, la política educativa rusa se inspiraba en el psicólogo y filósofo estadounidense John Dewey y trataba de romper con cualquier forma de adoctrinamiento de las masas y de autoridad vertical, especialmente tras el giro de la Nueva Política Económica (NEP). De ello se derivó una intensa producción cultural, la multiplicación de escuelas de nuevo cuño con la libertad como bandera y la desideologización de los contenidos (2). Aquella política educativa fue la que fascinó al maestro provenzal.
Célestin Freinet también llevó a cabo un pormenorizado escrutinio de la obra de pedagogos de ya asentada fama y comprometidos con la nueva educación, como eran –además de John Dewey– Adolphe Ferrière, María Montessori, Ovide Decroly, Rabindranath Tagore, Jean Piaget y Johann Heinrich Pestalozzi. De Ferrière comentó L’École active (1922), muy relevante en su formación intelectual, en particular la idea de “la actividad espontánea, personal y productiva del niño”. También celebró los principios pedagógicos en los que se basaba la pedagogía de Montessori, especialmente la búsqueda de la felicidad en los niños. Y fue igualmente atento analista de los textos oficiales del sistema educativo francés. Cuando se publicaron los de 1923, se alegró, por ejemplo, de los progresos realizados por la institución hacia prácticas que le parecían más cercanas a la nueva educación, como la insistencia en el aprendizaje activo, en los textos libres o también el apoyo al fomento de las clases itinerantes.
Pedagogía liberada
En 1924, Célestin escribió un texto político bastante completo para la revista Clarté: “Hacia la escuela del proletariado: la última etapa de la escuela capitalista”. En él recorría brevemente la historia de la escuela hasta el siglo XIX, cuando la incipiente industrialización puso la educación al servicio de los intereses del capitalismo. Esta era la escuela burguesa, una escuela que solo tenía en mente aumentar el conocimiento concebido como una cultura al servicio del lucro. El maestro abogaba por una (…)
Texto completo en la edición impresa del mes de agosto 2023
en venta en quioscos y en versión digital
E-mail: edicion.chile@lemondediplomatique.cl
Adquiera los periódicos y libros digitales en:
www.editorialauncreemos.cl