Solidaria, rica, emprendedora y con una práctica fácil del gregarismo, así se describe habitualmente a la importante comunidad iraní que reside en Los Angeles, en Estados Unidos. Si la República Islámica es ampliamente criticada –algunos solo esperan su caída para volver al país– las disparidades políticas en el seno de dicha diáspora siguen siendo importantes.
Westwood Boulevard está en el corazón de Los Angeles, justo al sur del campus de la Universidad de California (UCLA) y del barrio de moda Westwood Village, donde se erige la torre del Fox Theater, un cine art déco que aparece en la película de Quentin Tarantino Érase una vez en Hollywood (2019). A priori, nada diferencia este boulevard de las otras arterias rectilíneas que marcan la cuadrícula de la megalópolis.
Pero pasada la intersección con Rochester Avenue, Westwood evoca una avenida de Teherán transpuesta a Los Angeles: la mayor parte de los carteles está en farsi. Hay vendedores de alfombras, pero también librerías que proponen obras en persa y también caligrafías. Varios artesanos venden cerámicas de color azul aturquesado, juegos de té, narguiles y cajas de takht-e nard, el backgammon iraní. Muchas agencias de viajes proponen sus servicios: ir a Irán saliendo desde Estados Unidos implica gran cantidad de escalas, ya que ambos países no tienen relaciones diplomáticas desde la Revolución Islámica de 1979. Los carteles de los restaurantes hacen referencia a Teherán, a Persia, al azafrán, a la rosa y las orquídeas. En las veredas, la mayor parte de las conversaciones son en farsi. El plomero, al bajar de su camioneta, se dirige a sus clientes en esa lengua. Incluso la entrada del estacionamiento subterráneo está indicada en inglés y en persa.
Una joven iraní presente
El enclave iraní de Westwood Boulevard incluye también notas típicamente estadounidenses, como ese cartel publicitario en el cual un abogado se jacta de sus servicios, como el personaje encarnado por Bob Odenkirk en la serie Better Call Saul. Salvo que el hombre dedicado a la ley tiene un nombre anglosajón, un apellido iraní, y que su anuncio está, también, en farsi. Hay Iranian Americans que viven diseminados en todo el territorio de los Estados Unidos –algunos de nuestros interlocutores crecieron en Carolina del Norte, o en Kentucky, antes de instalarse en Los Angeles. Pero como bien sintetiza Kevan Harris, sociólogo de la UCLA y nacido en Irán, “si bien existen numerosos Chinatown en Estados Unidos, no hay sino una sola Teherángeles”.
En muchas vidrieras se ve una bandera tricolor iraní rematada con el león solar –el emblema de la monarquía derribada en 1979. Más raramente, un retrato del sha depuesto Mohammed Reza Pahlavi (1919-1980). De ambos lados de la calle, colgados de semáforos y faroles, hay carteles azul aturquesados rematados con las palabras “WOMAN. LIFE. FREEDOM” (“Zan. Zendegi. Azadi”): el slogan de la revuelta que desencadenó la muerte en prisión, el 16 de septiembre de 2022, de Mahsa Amini, de 22 años, presa por un velo mal ajustado (1). En ocasión del Nowruz –primer día de la primavera y del año nuevo en el calendario persa–, la fundación cultural Fahrang bordó con estos afiches varias arterias: Westwood, pero también una parte del Wilkins Boulevard adyacente –que lleva el sobrenombre de Persian corridor por su importante población de origen iraní– y hasta el turístico Hollywood boulevard. En Westwood, el retrato de la joven kurda es omnipresente, y las tres palabras del slogan rebelde se declinan en remeras y viseras, tanto en inglés como en farsi. Hay restos de afiches que recuerdan las numerosas manifestaciones de apoyo organizadas en Los Angeles desde septiembre por la comunidad iraní-estadounidense. La municipalidad del Distrito 5 de Los Angeles quiere rebautizar Woman Life Freedom Square al cruce entre Westwood Boulevard y Rochester Avenue. En la intersección con el Wilkins Boulevard, hay una placa dorada que indica al paseante que está en Persian Square, corazón de “Teherángeles”. Ofrecido por un donante anónimo, un inmenso cartel blanco con el slogan rebelde en letras rojas domina la encrucijada. Hay restaurants que proponen kabab koobideh con arroz al azafrán. Es un tipo de carne a la parrilla que acá, lejos de la República Islámica y sus prohibiciones, los iraní estadounidenses tiene derecho a acompañar con vino, evidentemente californiano.
Durante este mes de abril de 2023, estamos en ramadán. Pero en Teherángeles, nada lo indica: cafés y restaurants están repletos, no hay ninguna mujer usando el fular y las únicas barbas que se ven son las de los hipsters. “¿El ramadán?”, se muere de risa un comerciante iraní-estadounidense que quiere mantenerse en el anonimato. “¡La mayor parte de la gente acá ni sabe qué es el ramadán!”. Según una encuesta realizada por el Public Affairs Alliance of Iranian Americans (PAAIA), lobby que promueve los intereses de la comunidad, solamente un cuarto de los iraní-estadounidenses (27%) se reivindican musulmanes, un tercio (32%) se afirman agnósticos o ateos, mientras que otro cuarto (25%) procede de distintas minorías (judíos, cristianos armenios y asirios, zoroastrianos, bahaís… (2)). En comparación, solo 8% de los estadounidenses se decían en 2014 ateos o agnósticos, y más de un cuarto se reivindican de la corriente protestante evangélica (3), entre los cuales los más fundamentalistas aspiran a condenar a muerte a las mujeres que recurran al aborto…
Familias en Irán
Durante nuestra estancia en la comunidad iraní-estadounidense, sólo vimos un fular, llevado con descuido por una mujer de edad. Y los únicos religiosos que nos cruzamos en Westwood fueron dos evangelistas que blandían pancartas que promovían el amor a Cristo y el arrepentimiento de los pecadores. Esta indiferencia de los estadounidenses de origen iraní respecto de la religión musulmana se confirma después de la muerte: en el cementerio de Westwood, en un sector al este, descansan decenas de iraní-estadounidenses, y raras son las tumbas orientadas hacia la Meca –la de la cantante Hayedeh, muerta en el exilio en 1990, constituye una notable excepción. La estela del poeta Nader Naderpour, que murió en 2000, precisa incluso que se hará la repatriación de sus restos ni bien caiga la República Islámica vilipendiada. En septiembre, se erigirá en ese cementerio, donde descansan principalmente Sarah Fawcett y Marylin Monroe, un memorial dedicado a Mahsa Amini.
Hay iraní-estadounidenses musulmanes practicantes que viven en Orange County, en el sur de la ciudad. En septiembre de 2018, en Los Angeles, algunas decenas de chiítas devotos incluso se flagelaron en público en la Ashura que conmemora el martirio de Hussein, el nieto del profeta Muhammad (“Mahoma”). “Iraníes laicos los abuchearon, diciéndoles que avergonzaban a la comunidad”, recuerda Niloofar Mansouri. Periodista detenida en ocasión del Movimiento Verde de 2009 (4), es corresponsal en Los Angeles del medio opositor Iran International, con base primero en Londres y después en Washington. “La paradoja se deriva de que la policía había intervenido para garantizar su derecho a manifestar”. La religiosidad, de todos modos, no implica una lealtad al régimen de la República Islámica: a algunas millas de Westwood, la mezquita chiíta de Motor Avenue (cuyos responsables no respondieron a nuestros pedidos para una entrevista), exhibe una pancarta de apoyo al movimiento Woman Life Freedom.
Izquierda con resaca
Según los datos de PAAIA, cerca de la mitad de los iraní-estadounidenses tienen todavía familiares cercanos en Irán, y se comunican regularmente con ellos, en general a través de aplicaciones de mensajería instantáneas. Algunos vuelven a veces al país de vacaciones, o al menos lo hacían hasta septiembre de 2022: según la opinión de todos los testigos que conocimos, viajar a Irán es ahora demasiado peligroso, porque las autoridades, que no reconocen la doble ciudadanía, interrogan a los binacionales. “No escriban nuestros nombres, todavía tenemos familia en Irán”, insisten estos dos comerciantes de Westwood, uno cuadragenario, el segundo septuagenario. John y James, como muchos iraní-estadounidenses, anglicanizaron sus nombres: “Es más fácil de retener para nuestros interlocutores”, precisan, “muchos estadounidenses de origen chino hacen los mismo”. ¿Fueron víctimas alguna vez de racismo? “Solamente durante la ‘crisis de los rehenes’”, destaca el mayor, James. (…)
Texto completo en la edición impresa del mes de octubre 2023
en venta en quioscos y en versión digital
E-mail: edicion.chile@lemondediplomatique.cl
Adquiera los periódicos y libros digitales en:
www.editorialauncreemos.cl