El velero del movimiento estudiantil permanece clavado en medio de la Alameda, desorientado y nervioso frente a las hostiles brisas del pasado y el presente que le reclaman tomar una dirección.
Desde el 2011 a la fecha, la elaboración política dentro de las comunidades universitarias ha decaído al punto de llegar a un agotamiento ideológico del debate y de vaciar casi por completo la agenda gremial. Aquello se ha expresado, sin duda, en las crisis de participación al interior de varias Universidades tradicionales, un fenómeno que, como estudiantes de la Universidad de Chile, nos dejó sin Federación durante cuatro años en los que acontecieron momentos claves dentro de nuestro país, como plebiscito por la Nueva Constitución y la instalación del primer gobierno liderado por exdirigentes sociales.
Ahora que poco a poco volvemos a levantarnos, nos acosan incesantemente la nostalgia y el porvenir ¿Qué hacer después de perdernos en el océano de la pandemia? ¿A dónde mirar cuando el presente nos exige con tanta urgencia? A 50 años del golpe, a las y los estudiantes nos corresponde iniciar una revisión histórica que dé continuidad a lo que se interrumpió por la fuerza de las armas. Nos corresponde recordar que la crisis no es exclusiva de nuestro tiempo y que otros ya han dejado pistas para retomar el camino a tierra firme. Nos corresponde recibir con firmeza los aires del pasado para ajustar nuestra directriz. En ese sentido, hoy más que nunca se siente la vigencia de la Reforma Universitaria en las necesidades actuales de las comunidades educativas.
La reforma del 68
A fines de la década de los sesenta, las ocho universidades que componían el sistema universitario chileno se sumergieron en un extenso y transformador proceso conocido hoy como la Reforma Universitaria del 68. A punta de movilizaciones y con el apoyo masivo de estudiantes, académicos y funcionarios, la Reforma proponía cambios estructurales en términos de la organización del poder, la vocación pública y el vínculo territorial de las universidades. En los casos más exitosos, la unión triestamental logró incorporar la participación de los estudiantes en la elección de rectores, así como el replanteamiento de las prioridades institucionales, que implicaron nuevos lineamientos interdisciplinares en el desarrollo de la docencia y el reforzamiento de la labor de extensión. Esta breve cápsula heterotópica llegó a su fin el 11 de septiembre del 73 y sería totalmente aniquilada en 1981, con la ofensiva de las políticas neoliberales en el campo de la educación como la municipalización y la separación tecnócrata entre el Pedagógico y la Facultad de Filosofía (…)
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