A la cabeza de un gobierno ampliado de urgencia, Benjamin Netanyahu no admite ninguna responsabilidad por las fallas puestas en evidencia por el atentado de Hamas contra sus ciudadanos. También ha sido criticado por mostrar poca empatía con las familias de las víctimas. Su futuro político pende de la guerra.
Tras el ataque de Hamas, el reflejo inmediato de la población israelí fue cerrar filas, multiplicando los actos de solidaridad y ayuda mutua. Por su parte, los dirigentes políticos, más allá de sus declaraciones marciales, trataron de poner buena cara permaneciendo muy discretos en la escena pública. Los sobrevivientes de los asesinatos y las familias de los rehenes recibieron con mucha hostilidad a los pocos ministros, representantes o funcionarios que acudieron a reunirse con ellos. El primer ministro Benjamin Netanyahu tardó cinco días en tomar la decisión de ampliar su gobierno incorporando a su principal rival, el centrista y ex jefe de Estado Mayor Benjamin “Benny” Gantz y a otros cuatro miembros del partido de la Unión Nacional. Se resignó a ello bajo la presión de la opinión pública, que no esperó al final de los combates para exigir responsabilidades o incluso su renuncia. En los diarios, incluidos los de derecha, en la televisión y directamente en las calles, mucha gente denunció a un gobierno que había demostrado una incompetencia ostensible antes, durante y después de la sangrienta ofensiva de Hamas.
Ausencia del Estado
Las críticas van desde la incapacidad de los servicios de inteligencia para impedir el atentado hasta la demora del ejército en acudir en ayuda de los civiles que sobrevivieron a las masacres, por no hablar del silencio oficial sobre la suerte de las decenas de rehenes secuestrados por los atacantes. Otra recriminación es que muchos israelíes no entienden por qué los ministerios siguen trabajando con sus rutinas y horarios habituales, incluido el cierre durante el sabbat, cuando tanta gente necesita ayuda. Por tanto, es la “sociedad civil” la que se ha movilizado para asumir tareas que deberían corresponder al Estado, como ayudar y consolar a las familias afectadas por los asesinatos.
Al jefe de Gobierno, principal blanco de las críticas, se lo acusa de ser el principal responsable de la tragedia, de no haberla visto venir y de haber estado obsesionado con su proyecto de reforma judicial, que pretendía, entre otras cosas, poner fin a los procesos en su contra. Este asunto ha polarizado a la sociedad, llevando a decenas de miles de israelíes a manifestarse cada sábado desde enero, mientras que algunos (...)
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