En contra de la mayoría de la opinión pública británica, el gobierno conservador de Rishi Sunak y la posición laborista de Keir Starmer apoyan sin reservas la guerra de Benjamin Netanyahu en nombre del derecho de Israel a defenderse. Quienes se manifiestan a favor de Palestina son perseguidos y criminalizados.
Desde el comienzo de la ofensiva israelí contra Gaza, en octubre del año pasado, se abrió un abismo entre la clase política y la opinión pública británicas. El gobierno conservador de Rishi Sunak y la oposición laborista de Keir Starmer apoyaron sin reservas la guerra que lleva adelante Benjamin Netanyahu en nombre del derecho de Israel a defenderse.
Sin embargo, la población británica rechaza la idea de que Israel debería bombardear el lugar hasta eliminar a Hamas. En noviembre, el 59% de las personas encuestadas por YouGov quería que Israel pusiera fin a su campaña militar, mientras que sólo el 19% se declaraba a favor de continuarla. En febrero, el 66% de los encuestados apoyaba un alto el fuego y sólo el 13% la guerra contra los palestinos. Hoy la opinión pública pide que se detenga la venta de armas a los israelíes en una mayoría de 56%, contra un 17% que quiere que continúe (1).
A finales de marzo, la presidenta conservadora de la Comisión de Relaciones Exteriores de Westminster reveló la existencia de un memorándum del departamento jurídico del gobierno británico que afirmaba que Israel violaba el derecho internacional humanitario. Como esa conclusión exigía que Londres dejara de vender armas a Tel Aviv, el Ejecutivo se negó a hacer público el documento. Pero el 2 de abril, los impactos de los misiles israelíes mataron a tres empleados británicos de la organización benéfica World Central Kitchen, junto con otros cuatro colegas, cuando desarrollaban tareas de ayuda humanitaria en Gaza. Al día siguiente, más de seiscientos juristas y académicos –entre ellos tres jueces jubilados de la Corte Suprema británica– denunciaron la ilegalidad de las ventas al ejército israelí (2).
Camino al autoritarismo
Hace ya seis meses que la solidaridad con el pueblo palestino da lugar a manifestaciones que se cuentan entre las más masivas de la historia moderna. Semana tras semana y mes tras mes, las calles de Londres y de otras ciudades británicas se llenan de manifestantes que piden el cese al fuego. La más importante hasta el día de la fecha reunió a casi un millón de personas. En respuesta, el gobierno de Sunak condenó a los manifestantes y buscó la manera de criminalizarlos.
En noviembre, la ministra del Interior Suella Braverman pidió a la Policía Metropolitana de Londres que prohibiera la gran manifestación que se preparaba. Como los agentes de policía de la MET respondieron que no había fundamento legal alguno para tomar semejante decisión, Braverman alegó que los manifestantes pretendían profanar un memorial de la Gran Guerra. Su objetivo era incitar a los activistas de extrema derecha a que atacaran la marcha principal, lo que le daría un pretexto para prohibir futuras concentraciones. Pero en vez de eso, los hombres que respondieron a la llamada de la Ministra agredieron a las fuerzas del orden e hirieron a varios policías, en algunos casos de gravedad.
Tras semejante fiasco, Sunak tuvo que exigir la renuncia de Braverman, pero su gobierno y la prensa de derecha continuaron sus ataques contra las manifestaciones en favor del cese al fuego, calificadas como “marchas del odio”. Siempre desde su punto de vista, el eslogan “Desde el río hasta el mar, Palestina será libre” es antisemita, pese a no expresar la más mínima hostilidad hacia los judíos.
Cuando todavía era ministra del interior, Braverman había recomendado a la policía que interpretara esta consigna como “la expresión de un deseo violento de ver a Israel borrado del mapa”, y que castigara su uso en nombre del respeto del orden público (3). En un caso, al menos, la policía siguió las instrucciones de la Ministra: en Manchester una joven de origen palestino fue arrestada por injurias de carácter racista por haberla utilizado (4).
Así, los partidarios de Israel reivindican el derecho de discernir el verdadero sentido del eslogan “Desde el río hasta el mar, Palestina será libre”: entienden en él, con total seguridad, un llamado a masacrar o a expulsar a la población judía de Israel desde el momento en que no expresa qué sucederá con ella una vez que Palestina sea liberada. A los palestinos y sus aliados, que insisten con que se trata de un llamado a la igualdad y no a la limpieza étnica, se les niega constantemente el acceso a los medios británicos. En lo restante, los defensores de Israel invocan sin descanso “el derecho de Israel a defenderse” y su “derecho a existir”. Ahora (…)
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