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Estado con liderazgo para aprovechar las ventajas de Chile

Costos y límites económicos del Estado neoliberal

Lo que haga o deje de hacer el Estado en la economía sí importa, y mucho, porque determina la calidad de vida de cada chileno y el desarrollo del país, ya que prácticamente todos los grandes saltos en éste han tenido en el Estado un agente fundamental.

Lo fue para la conformación del territorio y establecer una red de comunicación que unió Chile durante el Siglo XIX, base para el país que somos hoy. Hace 100 años, en 1924, la presión social hizo que el Estado pusiera límites a la ideología “dejar hacer-dejar pasar” estableciendo una jornada de trabajo más humana, indemnizaciones por accidentes, permitiera la sindicalización, se decretaran leyes sociales, así como una ley de impuesto a la renta más progresiva que permitió mejorar la vida de los chilenos.

Luego de la crisis de 1929 el Estado fue fundamental en la reactivación. También lo fue para el desarrollo industrial impulsado especialmente desde 1939: se crearon empresas públicas como ENDESA que electrificó el país, ENTEL o industrias básicas como en el acero o la petroquímica. La Corporación de Fomento y el Banco del Estado financiaron con fondos públicos el surgimiento de numerosas empresas privadas y mixtas; también financiaron la investigación y la asistencia técnica, fundando SERCOTEC, INACAP y otros institutos de fomento. En paralelo, el Estado expandió el gasto público y aseguró cierto ajuste en los salarios mejorando la vida a la población.

Desde mediados de los años 60 y hasta 1973 el Estado asumió un papel más relevante en la economía. La nacionalización de la riqueza minera aseguró recursos para el desarrollo, la reforma agraria revitalizó un campo que languidecía en manos del latifundio, jugó un papel productivo en sectores estratégicos y directivo en el conjunto de la economía. Hacia el final del periodo el país alcanzó una distribución del ingreso comparable con la de los países de la OCDE hoy.

La dictadura impuso un cambio drástico. Se privatizaron no sólo las empresas del área de propiedad del pueblo, se revirtió la reforma agraria, se regalaron empresas públicas como ENDESA, ENTEL, así como SOQUIMICH al yerno del dictador, en lo que, junto al rescate de la quiebra bancaria producto de la deuda privada externa, ha sido el mayor saqueo de la historia a los fondos públicos, representado al menos 50% de un PIB (1). La salud, la educación y las pensiones no sólo se privatizaron, sino que además siguen recibiendo recursos públicos para el lucro privado. Se desmontaron las leyes laborales y se impidió la actividad sindical; como consecuencia, la parte que obtienen los asalariados en la distribución del ingreso se contrajo a casi la mitad; se redujeron los impuestos a las grandes empresas y a las rentas más altas. Contrario al “patriotismo” proclamado, la apertura de la economía barrió con importantes sectores industriales chilenos.

Un fracaso económico

A algunos, pocos, especialmente a los nuevos grandes grupos económicos surgidos a la sombra del dictador les fue bien, pero para la gran mayoría de los chilenos el desempleo, la precarización, la pobreza y marginación fueron brutales. El “Estado subsidiario” ha significado un reparto del dinero de todos los chilenos a unos pocos grupos económicos muy concentrados.

Lejos del mito del “milagro económico” están los hechos (2): necesitaron 14 años para que recuperar de manera sostenida el nivel de producto por persona del gobierno popular; en 16 años su tasa de crecimiento real fue inferior a los 16 años precedentes y muy por debajo de los 16 posteriores, sin contar el desempleo y pobreza que afectaron dramáticamente la vida de los chilenos. Sin sindicatos, sin oposición, sin congreso, bajo estado de emergencia, toques de queda y contando además con (…)

Artículo completo: 1 788 palabras.

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Pedro Vuskovic Céspedes

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