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Colonización y seguridad

Mayotte y la miseria del mundo

Los pasajeros de la barcaza que conecta las dos islas que conforman Mayotte, Petite-Terre y Grande-Terre, descienden con un celular o una pequeña botella de agua en la mano. Hace 33°, mucho calor en Mamoudzou, la capital del departamento de ultramar. Cerca del muelle, un puñado de expas (expatriados) toman cerveza en el bar Camion Rouge –The place to be– o en Camion Blanc –un snack simple y agradable–. Negros, morenos o mestizos, los mayotenses, por imposición del islam, evitan el alcohol “en público –bromea un ex profesor francés metropolitano–, ¡pero en el cole, nos encontrábamos en las colinas para tomar algo!”.

Unos kilómetros más lejos, en Kawéni, al caer la noche, el canto del muecín se propaga desde lo alto de un minarete. A través de una ventana abierta, se escucha France Inter. En un negocio, una francesa metropolitana paga una hamburguesa enorme que chorrea mayonesa con la ayuda de la aplicación de su billetera virtual desde su smartphone. Hombres con boubous y mujeres con salouvas (1) coloridos, o vestidos de manera indistinta con ropa occidental, se apresuran tranquilamente. Fragmentos de conversaciones en shimaore o en shibushi, las dos lenguas locales. En los embotellamientos dantescos de la ruta nacional 1 (N1), la única vía al norte para entrar o salir de Mamoudzou, un taxi colectivo marcha a paso lento. Los pasajeros suspiran. “Un poco de paciencia, ya llegamos”, gruñe el conductor. Silencio. Luego, las dos expresiones más escuchadas en el departamento: “No hay problema” y “Inch’Allah” (“Si Dios quiere”).

Pollos congelados

Mayotte es entonces Francia, pero sin la recolección de basura, que se acumula alrededor de los contenedores, tanto a lo largo de la N1 como cerca del Consejo General, en pleno centro de Mamoudzou. “Menos recolección de basura, menos desarrollo del espacio público, menos acceso a la educación o a la salud”, añade Yasmina Aouny, profesora de secundaria y candidata de Francia Insumisa (LFI, por sus siglas en francés) en las últimas elecciones legislativas. “Hay que ver hasta qué punto el Estado, por su desidia durante décadas, ha provocado el caos…”.

Mayotte es el centésimo primer departamento francés y también el más pobre. Su economía languidece. El turismo ha desaparecido debido a los problemas de seguridad. ¿La agricultura? De subsistencia, mínima e insuficiente. Todo lo que se come viene en barco. “Todo el mundo se acostumbró a comprar alas de pollo congeladas que vienen de América del Sur”, nos cuenta Pablo Guevara, un ex-expatriado.

Los principales empleadores son el Estado y las colectividades territoriales, que sostienen a muchas personas, desde funcionarios hasta sus familias y allegados. Sin embargo, el francés metropolitano Marc Seigner remarca: “A ningún nivel tengo la sensación de estar en un departamento”. Los salarios y las prestaciones sociales son inferiores a los del Hexágono. Mientras que el salario mínimo interprofesional de crecimiento (Smic, por sus siglas en francés) neto mensual a nivel nacional es de 1.398,69 euros, en Mayotte apenas alcanza los 1.203,36; lo mismo sucede con el ingreso de solidaridad activa (RSA, por sus siglas en francés), que está estancado en los 303,88 euros contra los 635,71 euros a nivel nacional. Mientras los aportes, excedentarios, alimentan las arcas de la metrópoli, la jubilación promedio alcanza los 276 euros por mes. El desempleo afecta al 34% de la población activa y el 77% de los habitantes viven por debajo de la línea de pobreza (2).

El maestro y secretario departamental del Sindicato Nacional Unitario de Maestros y Profesores de Escuelas (SNUipp-FSU, por sus siglas en francés), Rivo Rakotondravelo –conocido como “Rivo”–, se lamenta: “No sé cómo vamos a salir de esta situación. ‘Sarko’ nos convirtió en un departamento, pero al 25 %. [François] Hollande vino y se comprometió a crear cien aulas por año, ¡no construyó ni diez!”. La universidad de Mayotte habla de 14.000 niños que aún no están escolarizados, el rectorado dice que son entre 5.000 y 10.000. “Es difícil contabilizarlos porque se trata de una población en situación irregular. Todo eso pesa. Las estructuras actuales no están capacitadas para procesar y ocuparse de toda esta situación, eso hace que vayamos de fracaso en fracaso y de exclusión en exclusión”. Nuestro interlocutor también nos cuenta que, en el nivel secundario, el 50 % de los profesores son contratados y que “dadas las circunstancias, no prevén quedarse mucho tiempo”. En cuanto a los colegas formados y recibidos: “ninguno quiere venir acá”.

Oleadas de migrantes

A 8.000 kilómetros de la metrópoli, Mayotte se sitúa a mitad de camino entre las costas malgaches y africanas y al sur de la Unión de las Comoras, formada por tres islas –Gran Comora, Anjouan y Mohéli–. Detalle infernal: mientras que el PBI por habitante es de aproximadamente 480 euros en Madagascar y de 1.360 euros en Comoras, en Mayotte, a pesar de su subdesarrollo, alcanza los 11.579 euros (2022). Para sus vecinos, y en particular para los de Anjouan, los 374 km2 de ese territorio francés se asemejan a un Edén. Solo los separan 70 kilómetros y cinco horas de navegación. Jugando a las escondidas con las lanchas de la gendarmería y de la Policía de Fronteras (PAF, por sus siglas en francés), los kwassa-kwassa –embarcaciones de entre seis y nueve metros de largo– trasladan oleadas de inmigrantes ilegales, muchos de los cuales desembarcan en el islote paradisíaco Mtsamboro o en M’tsanga Safari (“la playa del viaje”), arriba, al norte de la comuna de Mtsamboro. Los pescadores mayotenses los repatrian a la isla a cambio de una remuneración. También existen redes que los ayudan a llegar a los barrios populares de Mamoudzou y de las comunas aledañas a Koungou y Dembeni, en donde han terminado la mayoría de sus compatriotas.

Existe una inmensa presión migratoria: 23.000 habitantes en 1968, 147.000 en 2000, 321.000 en la actualidad (oficialmente) (3) y quizá incluso 400.000 (extraoficialmente), de los cuales la mitad son extranjeros. Con 10.200 recién nacidos en 2023 (10.700 en 2022) –tres cuartas partes de ellos tienen madres extranjeras, mayormente comorenses–, la maternidad del Centro Hospitalario de Mayotte (CHM), en Mamoudzou, es por mucho la más “fecunda” de Francia. De los nacimientos en el departamento en 2019 solo el 17,8 % fueron fruto de madre y padre franceses, contra el 45% de nacimientos fruto de madre y padre extranjeros (4). Mayotte está al borde del colapso. Mientras tanto, como si fuera poco, explota una ola de inseguridad.

“¡Bien hecho!”, reacciona (sin llegar a expresarlo con esas palabras) una fracción de la izquierda, muy legítimamente anticolonialista, pero también muy ideológica, mientras observa desde el Hexágono la secuencia de acontecimientos. “En los años 70, Francia separó a los mayotenses de los comorenses […] Al exagerar las rivalidades históricas entre Mamoudzou y Anjouan, familias de notables civiles y religiosos lograron movilizar a la población a favor de la adhesión a Francia durante el referéndum de 1976, un proceso coronado por la aprobación masiva de la departamentalización en 2009” (5). En resumen, se trataría de una asimilación forzada que va de la mano con la negación de los mayotenses de las relaciones ancestrales que los unen al conjunto del archipiélago.

El 25 de abril de 1841, a cambio de una renta y de protección militar, el sultán Andriantsoly cedió Mayotte a Francia. El resto del archipiélago de las Comoras pasó a dominio francés en 1886. Como Mayotte dependía de ese territorio de ultramar (1946) que gozaba de una cierta autonomía administrativa y financiera (1958), a partir de los años 60, el departamento debió enfrentarse al movimiento serrez-la-main (apretón de manos), pro independencia de las Comoras, y al movimiento sorodats (soldados), vinculados a la República Francesa e incluso, ya en ese momento, a la departamentalización (que garantizaba la imposibilidad de un futuro retorno al seno de un Estado comorense).

Marca colonial

En 1974, en el marco de una primera consulta “a las poblaciones comorenses” (y no “a la población comorense”, como se había previsto inicialmente), el 94,56% del archipiélago se pronunció a favor de la independencia, pero Mayotte se opuso con el 65,47 %. En 1976 se les consultó de nuevo y los mayotenses confirmaron y amplificaron su elección (99,4%). A pesar de las protestas en Moroni –capital de la naciente Unión de las Comoras– y de la condena de las Naciones Unidas, París reconoció la decisión en nombre del principio de intangibilidad de las fronteras surgidas de la colonización.

A menudo, un proceso extremadamente resumido en el Hexágono: ¡piel comorense, máscaras francesas! A partir de imágenes y narraciones, una (…)

Artículo completo: 4 415 palabras.

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Maurice Lemoine

Periodista. Último libro publicado: Les Enfants cachés du général Pinochet, Don Quichotte, París, 2015.

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