Los ejemplos actuales sobran: en Estados Unidos, el expresidente Donald Trump, que alentó un intento de golpe de Estado al final de su mandato, y que ha sido condenado por 34 delitos graves, tiene altas probabilidades de ganar las elecciones presidenciales de noviembre de 2024. Su contrincante, Joe Biden, despierta serias dudas sobre su capacidad mental, afectada por síntomas de demencia senil. En Europa los herederos de los regímenes nazis y fascistas se enseñorean en sus éxitos electorales luego de las elecciones al parlamento europeo. En el Reino Unido una campaña de desinformación premeditada permitió que el Brexit fuera aprobado en referéndum. En América Latina un conjunto de líderes antidemocráticos como Milei o Bukele, con evidentes trastornos conductuales y conceptuales, ha alcanzado éxitos electorales de envergadura. Pero todos estos casos son más el efecto que la causa del problema. Analicemos por qué la democracia se considera un régimen susceptible al error humano:
1. En democracia la toma de decisiones siempre está sujeta a los errores humanos. Tanto los líderes elegidos como los votantes pueden cometer errores de juicio, tomar decisiones mal informadas o estar influenciados por prejuicios y emociones.
2. Los procesos democráticos son vulnerables a la manipulación y la corrupción. La desinformación, la compra de votos, la influencia indebida de grupos de presión y la corrupción en las instituciones pueden distorsionar los resultados electorales y las políticas públicas.
3. En una democracia, los intereses de diferentes grupos pueden entrar en conflicto, y no siempre se logra un justo equilibrio. Las decisiones políticas pueden favorecer a ciertos grupos con mayor capacidad de presión a expensas de otros sin capacidad de incidencia, lo que puede llevar a injusticias y desigualdades.
4. Los dirigentes políticos, en busca de reelección, pueden centrarse en políticas a corto plazo que sean populares entre los votantes en lugar de tomar decisiones a largo plazo que beneficien a la sociedad en su conjunto.
5. La efectividad de la democracia depende de una ciudadanía informada y educada. La falta de acceso a información precisa, la ausencia de pluralidad en los medios y la baja educación cívica pueden llevar a decisiones equivocadas y a la elección de líderes ineptos o corruptos.
6. Las democracias pueden ser vulnerables a la polarización política y al populismo. Los líderes populistas pueden explotar las divisiones sociales y prometer soluciones simplistas a problemas complejos, lo que puede socavar la estabilidad y la efectividad del gobierno democrático.
Estas razones muestran cómo la democracia, aunque es un sistema donde prima la participación ciudadana y la representación política, no es infalible y enfrenta varios desafíos que pueden afectar su funcionamiento y efectividad. Ya en la antigüedad Aristóteles abogó por una forma mixta de gobierno que combine elementos democráticos y oligárquicos, a lo que llamó “politeía”. Esta forma de gobierno estaría gobernada por leyes sofisticadas y contaría con la participación de ciudadanos seleccionados por ser (…)
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