La actual crisis habitacional, sumada al gran número de personas afectadas por desastres en Chile cada año, es una contundente invitación a reflexionar sobre las políticas en torno al hogar y las lógicas de su aplicación en contexto de reconstrucción y recuperación.
Aunque las políticas sociales chilenas se definen con el objetivo de reducir las brechas generadas por el modelo neoliberal, su rol no es solamente compensatorio ante las desigualdades, sino que sus prácticas también configuran diversas esferas de la sociedad, reproduciendo y/o normalizando determinados comportamientos y modos de habitar.
En los últimos años ha crecido el reporte de las consecuencias psicosociales de este modelo de desarrollo en el campo habitacional, haciendo visibles múltiples malestares, como la falta de sentido de pertenencia, la incapacidad de vecinas y vecinos por hacer propio su entorno, la generación de procesos de desconfianza y la falta de solidaridad y de un proyecto común, operando desde lógicas de privatización y estandarización de los modos de vida.
Frente a este escenario, es relevante visibilizar prácticas y saberes que problematizan la lógica imperante de estas políticas, reconociendo su no-cuidado y la invisibilización del rol de las colectividades al focalizar el análisis e intervención en aspectos económicos y materiales.
El hogar es más que un lugar físico, es también un lugar simbólico que está constituido por afectos, costumbres y relaciones. La pérdida de un hogar impacta directamente a las personas y comunidades afectadas, produciendo rupturas y quiebres relacionales que afectan la propia identidad y la salud mental. Esta experiencia de pérdida la hemos investigado en el caso Chaitén (Fondecyt 3210478), la cual ponemos en diálogo con el fin de plantear caminos situados que reconozcan la diversidad de formas de hacer, deshacer y rehacer un hogar.
En mayo de 2008, en la Patagonia chilena, el volcán Chaitén entró inesperadamente en erupción, afectando directamente a más de cuatro mil personas que residían en la ciudad de Chaitén, prohibiéndoseles regresar a sus hogares durante meses. Las políticas habitacionales post erupción fueron erráticas, actuando principalmente con la Ley Chaitén, que permitió a las y los residentes vender sus propiedades al Fisco y, con ello, asentarse en una nueva localidad; el plan fallido para la construcción de una nueva Chaitén en otra ubicación; y, finalmente, el permiso de retorno y habitabilidad de solo el sector norte de la ciudad en 2011.
Diversas familias (…)
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